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Italia y la odisea de un gobierno insólito
La Unión Europea se agarra la cabeza frente a la inexperiencia e ineptitud del flamante gobierno de Giuseppe Conte. La inmigración y la zona euro, en jaque.

FOTO El flamante Premier italiano Giuseppe Conte, en los festejos por la “Festa della Repubblica”, en Roma, el 2 de junio pasado (ANSA/Giuseppe Lami).
No puede sorprender la dificultad de formar gobierno en Italia. Desde las elecciones del 4 de marzo no sólo no ha surgido ninguna mayoría parlamentaria sino que las tres alianzas numéricamente posibles demostraron rápidamente ser políticamente muy complicadas. El ex secretario del Partido Democrático declaró muy pronto que su partido, notoriamente derrotado, pasaría a la oposición.
Entonces, tanto una muy eventual coalición centroderecha-PD como una más viable alianza Movimiento Cinco Estrellas-PD se volvieron impracticables. Permanecieron siendo posibles una coalición entre Cinco Estrellas y toda la centroderecha, o sea la Liga de Salvini, Forza Italia de Berlusconi y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, y Cinco Estrellas más la Liga.
Dado que Luigi Di Maio, jefe político del Movimiento Cinco Estrellas, como él mismo se define, estableció desde el principio elveto a cualquier presencia de Berlusconi en un eventual gobierno, se mantuvo en pie de manera excluyente una alianza entre Cinco Estrellas y Salvini.
De hecho, ambos eran en cierto modo los ganadores de las elecciones: Cinco Estrellas, el partido más votado (32,2 por ciento); la Liga, el mayor partido de centroderecha (17,3 por ciento), incluso cuadruplicó sus votos de 2013 a 2018. Cinco Estrellas es el partido predominante en el sur y en las islas; la Liga, un partido muy fuerte en el norte, además con notable penetración en las regiones del centro.
El mayor obstáculo a la formación del gobierno derivaba muy comprensiblemente de las distancias programáticas. Cinco Estrellas quiere introducir el denominado ingreso ciudadano para todos los italianos desocupados o con recursos económicos limitados y no cabe duda de que la propuesta de ese ingreso ha sido un componente importante de su éxito electoral en el sur.
Por su parte, la Liga quiere reducir considerablemente los impuestos incorporando un flat tax con dos niveles, de 15 y 25 por ciento.
Probablemente inconstitucional, dado que la Constitución italiana dice que los gravámenes deben ser progresivos, este flat tax (impuesto de tasa única) ha sido, junto con la promesa de contener el flujo migratorio y garantizar la seguridad de los italianos, uno de los elementos más significativos del consenso de la Liga.
En el transcurso de las prolongadas negociaciones entre Cinco Estrellas y la Liga para acordar el llamado “Contrato de Programa”, que serviría de base para lo que Di Maio definió como Gobierno del Cambio, nunca adquirió particular relevancia Europa, es decir lo referente a permanecer en la Unión Europeay el euro.
Ciertamente, la Liga de Salvini es soberanista, pero nunca enfatizó esta característica suya, mientras que Cinco Estrellas pareció haber aceptado la participación italiana en todos los organismos internacionales y supranacionales, incluidas la OTAN y la Unión Europea. El giro decisivo pareció darse con la designación de un profesor de derecho privado de la Universidad de Firenze relativamente oscuro, Giuseppe Conte, de 54 años, como jefe del Gobierno.
En cierta medida, esta designación era una derrota para Di Maio, que tenía gran interés por ese cargo. Por su parte, Salvini no expresó nunca ninguna ambición específica. El obstáculo aparentemente infranqueable surgió cuando Cinco Estrellas y la Liga designaron a los ministros que, según la Constitución italiana, deben ser “nombrados” por el Presidente de la república, quien puede también rechazarlos.
No son pocos los casos notables en los que diversos presidentes han impuesto cambios y seguramente son muchos los casos en los que ha habido cambios que no se hicieron públicos.
Cuando el presidente designado Conte, como mero ejecutor o mensajero, le presentó la lista de ministros al presidente Mattarella, fue denegado el nombre del elegido para el crucial Ministerio de Economía, el profesor de economía de 81 años y ya ministro en el pasado Paolo Savona, cuyos escritos más recientes apoyan no solamente la posibilidad sino inclusive la conveniencia de la salida de Italia del euro.

A la derecha, Matteo Salvini, polémico ministro del Interior italiano; a su lado, Luigi di Maio, ministro de Trabajo e Industria (AFP/Alberto Pizzoli).
Haciendo uso de sus prerrogativas constitucionales, Mattarella, que ha desempeñado con gran inteligencia y autoridad su rol de garante e intérprete de la Constitución, le pidió a Conte (e indirectamente a Salvini y a Di Maio) que eligiera a otra personalidad para ese cargo.
Salvini se opuso sustancialmente y obligó a que Conte volviera a poner su encargo en manos de Mattarella. Consciente de lo improbable de que se formase un gobierno distinto del hipotético Cinco Estrellas más la Liga, el Presidente de la república anunció su intención de dar lugar a un gobierno que llevara a Italia a elecciones nuevas en un plazo breve.
Temeroso de perder votos, Di Maio reabrió las tratativas afirmando ante el Presidente de la república, pocos días antes criticado, al punto de pedirle el impeachment, su disponibilidad para formar el gobierno con la Liga.
Con la aceptación de Salvini y el desplazamiento de Savona a ministro de asuntos europeos nació un gobierno insólito, no solo para Italia, que ha visto de todo, sino también para Europa, que teme la inexperiencia, la incompetencia y la ineptitud de los nuevos gobernantes. La navegación no será tranquila y quizá ni siquiera larga.
Traducción: Román García Azcárate
* Gianfranco Pasquino es profesor emérito de Ciencia Política de la Universidad de Bolonia
Publicado en Clarín el 5 de junio de 2018
OPINIÓN: La tragedia venezolana: elegir el mal menor #infobae
Los historiadores y los politólogos a menudo dicen que las democracias caen por la impotencia, cuando ni los gobernantes ni los ciudadanos reaccionan con suficiente vigor a los retos de las fuerzas no democráticas. La democracia venezolana se derrumbó hace dos décadas por la implosión de los dos principales partidos políticos, el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) y la Acción Democrática, que demostraron ser cáscaras vacías, al no ser capaces de mantener las relaciones y los lazos de confianza con los votantes venezolanos.
Por lo tanto, para entender la profundidad y la gravedad de la crisis actual, hay que partir de la existencia de una situación (régimen no es, porque no está consolidada) de autoritarismo con fuertes tonos populistas que no ha resuelto totalmente la crisis de sucesión de Hugo Chávez tras su muerte. Mientras una proporción importante de los poderes, no sólo fácticos, sostengan a Nicolás Maduro, no habrá una transición, pero al mismo tiempo también una parte importante de la sociedad venezolana mantiene su estado de movilización y oposición.
Maduro podrá cambiar la Constitución, coaccionar al Parlamento, hacer renunciar magistrados y nombrar a jueces subordinados al gobierno, así como también encarcelar y matar a opositores. Pero todo ello no logrará estabilizar el sistema político y mucho menos legitimar su gobierno a nivel interno o externo. La opinión pública internacional ya ha condenado definitivamente a Maduro; los gobiernos democráticos en todo el mundo se manifiestan preocupados pero todavía no saben cómo articular una acción concertada.
En Venezuela, como en otros casos de importancia menor, por ejemplo, Zimbabue, chocan dos principios que no son compatibles. El primer principio es, aun lejos de ser aceptado por todos los gobernantes y todos los Estados, la defensa de los derechos humanos y especialmente el derecho a la vida y a la dignidad. Pero, ¿quién decide cuándo y cómo se violaron los derechos de una manera ya no tolerable para requerir la intervención exterior?
Aquí está el segundo principio importante, el principio de la soberanía nacional. O sea que no se puede permitir que se interfiera en los asuntos internos de un Estado. En esta visión, deben ser los nacionales de dicho Estado los que decidan qué hacer, qué no hacer y hasta qué punto tolerar. ¿Si en Venezuela hay una situación de guerra civil, quién decide cómo intervenir y en favor de quién? Cualquier intervención externa sería una clara violación de la soberanía nacional. Frente a dos males, que es regularmente el estado en el que nos encontramos al momento de tener que elegir, como dijo el gran filósofo político Isaiah Berlin, ¿cuál de los principios privilegiamos? ¿Qué es más importante: la soberanía nacional o la protección de la vida de las mujeres, los hombres, los ciudadanos?
En el caso específico de Venezuela, yo personalmente tengo pocas dudas (pero algunas, sí): hay que salvar vidas, su dignidad y la oportunidad de un futuro mejor. Pero también sé que los que intervengan deben estar adecuadamente equipados, no sólo de las armas sino de credibilidad política y ética, para evitar la venganza, para estabilizar la situación y crear oportunidades para la paz entre las partes. Es un problema de liderazgo que sólo los venezolanos tienen el deber de resolver. Desafortunadamente, las personas como Nelson Mandela aparecen raramente en la faz del mundo.
Pubblicado el 3 de agosto de 2017 en infobae
El autor es profesor de la Universidad de Bolonia y John Hopkins University. Ex senador italiano.
El resultado refleja una crítica al gobierno, no una protesta
Entrevista Elisabetta Piqué LA NACION martes 06 de diciembre de 2016
ROMA.- Es un error clamoroso considerar la derrota deRenzi una victoria del populismo. Palabra de Gianfranco Pasquino, politólogo italiano de gran prestigio internacional, que tuvo entre sus maestros a Norberto Bobbio y Giovanni Sartori.
En una entrevista con LA NACION, Pasquino, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Bologna y defensor del no en el referéndum constitucional, también destacó que Europa hace bien en tenerle miedo al Movimiento Cinco Estrellas, del cómico Beppe Grillo, el gran ganador de la cita electoral que hundió a Matteo Renzi.
-¿Se esperaba un resultado tan imponente?
-Así de imponente no. Habiendo hecho campaña por el no, esperaba el rechazo a la reforma constitucional, pero el resultado fue más allá de mis expectativas.
-¿Cree que los italianos votaron en contra de la reforma constitucional o que fue un voto de protesta?
-No, no fue un voto de protesta. Ha sido un no a las terribles reformas que el gobierno de Renzi pretendía llevar a cabo en la Constitución. Ha sido un no a la horrible campaña electoral que ha acompañado el casi plebiscito personal en el que Renzi ha tratado de convertir este referéndum. Ha sido un rechazo frontal a las reformas sociales y económicas que ha llevado a cabo, y que atañen sobre todo al mercado laboral y a la escuela. Y ha sido también un no a los pequeños regalitos que Renzi ha hecho a los jóvenes y a las mujeres. Todo junto provocó un no sonoro y rotundo.
-¿No considera entonces que en este resultado también ha jugado un papel importante la protesta de la clase media
-No entiendo por qué debe protestar la clase media. Si se trata de protestar, todos los que no están demasiado bien tienen motivos para protestar, y se trata de un número importante de italianos. Pero tampoco hay que exagerar. En Italia no existe un grandísimo malestar, al menos no tan difundido como en otros países, porque el Estado de Bienestar sigue funcionando bastante bien. El resultado refleja más una crítica al gobierno que una protesta.
-Esta derrota de Renzi es vista en medio mundo como una nueva victoria del populismo. ¿Usted comparte esta opinión?
-No, me parece un error clamoroso. Hay populismo en algunos aspectos de hacer política de la Liga Norte. E incluso en Renzi: en los mensajes que ha lanzado de cara a este referéndum, en su insistencia en que lo que estaba en juego era reducir cargos y disminuir los costos de la política y mensajes parecidos. Son todos llamamientos populistas realizados por el jefe de gobierno que, como se ha visto, han sido rechazados por la gran mayoría de los italianos.
-Pero es evidente que en Europa hay terror ante la posibilidad de que el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) que lidera Beppe Grillo, y que Bruselas y mucha cancillerías tachan de populista, pueda llegar al poder.
-Europa hace bien en tenerle miedo al M5E, porque es un movimiento muy fuerte y que no está salpicado por ningún escándalo. Pero Europa hace mal en considerarlo populista. Es un movimiento de crítica de la política y de los políticos, pero no tiene características como las que, por ejemplo, puede tener la extrema derecha en Austria, algunas formaciones en Holanda, organizaciones como los suecos democráticos o los así llamados Verdaderos Finlandeses. El M5E representa una parte importante del electorado italiano, cuenta con el apoyo de muchísimos jóvenes que quieren cambiar la política, y no es un movimiento de tipo xenófobo.
-¿Ganará el M5E las próximas elecciones generales, como dicen los sondeos?
-Eso no lo sé. Dependerá en parte de los votantes italianos y en parte del tipo de ley electoral que se haga.
-Tras el Brexit muchos predecían una hecatombe financiera en Italia en caso de que saliera el no en el referéndum. Pero no ha habido esa reacción.
-Porque los mercados son sabios, porque han entendido que el resultado no genera ningún apocalipsis. Provocará un cambio de gobierno, pero los italianos estamos habituados a los cambios de gobierno y sabemos muy bien cómo administrarlos. La economía italiana probablemente sea lenta, pero aún es bastante sólida.
Es un error clamoroso decir que ha sido una nueva victoria del populismo
Entrevista IRENE HDEZ. VELASCO Enviada especial ROMA 06/12/2016
Habiendo sido alumno de gigantes del tamaño de Norberto Bobbio y Giovanni Sartori, no es extraño que Gianfranco Pasquino (Trana, 1942) sea uno de los más reputados politólogos italianos. Especializado en Política Comparada, ha dado clase en la Universidad de Harvard, en la de Florencia, en la de California y, sobre todo, en la Bolonia. Y como Pasquino, la célebre estatua de Roma en la que desde el siglo XVI los ciudadanos tienen por costumbre dejar mensajes escritos con sus críticas a personajes públicos, este otro Pasquino tampoco tiene problemas en meterle el dedo en el ojo al poder…
¿Se esperaba un resultado tan clamoroso?
No. Así de clamoroso no. Obviamente, habiendo hecho una larga y fatigosa campaña a favor del No, esperaba que el rechazo a la reforma constitucional ganase con un buen resultado. Pero esto va mucho más allá de mis expectativas.
¿Los italianos han rechazado realmente la reforma constitucional o el suyo ha sido un voto de protesta?
No ha sido un voto de protesta. Ha sido un No a las terribles reformas que el Gobierno Renzi pretendía llevar a cabo en la Constitución. Ha sido un No a la horrible campaña electoral que ha acompañado el casi plebiscito personal en el que Renzi ha tratado de convertir este referéndum. Ha sido un No al Gobierno Renzi, un rechazo frontal a las reformas sociales y económicas que ha llevado a cabo, y que atañen sobre todo al mercado laboral y a la escuela. Y ha sido también un No a los pequeños regalitos que Renzi ha hecho a los jóvenes y a las mujeres. Todo eso, junto, ha provocado un No sonoro y resonante, rotundo.
¿Qué ocurrirá ahora? ¿Se formará un nuevo Gobierno y en unos meses habrá elecciones?
Espero que haya un nuevo Gobierno y que sea un Gobierno político, no técnico, al frente de cual haya un exponente del Partido Demócrata. Nuestra Constitución contempla que el presidente de la República nombre al primer ministro, que el primer ministro nombre a sus ministros y que el Gobierno pase una votación de confianza en las dos cámaras. Si Renzi, secretario general del Partido Demócrata, no se opone en esa votación de confianza, el nuevo Gobierno obtendrá luz verde tanto de la Cámara de los Diputados como del Senado. Cuando haya Gobierno, será necesario aprobar una ley electoral. Ahora tenemos una ley electoral para la Cámara de los Diputados que se debe que reformar y hay que hacer una ley nueva para el Senado. Y luego hay que aprobar los presupuestos generales. Hay cosas que hacer, cosas que llevan tiempo. Creo que es absurdo hacer un Gobierno nuevo para sólo unos meses, el nuevo Ejecutivo debe agotar la legislatura y llegar a 2018, a su conclusión natural.
Esta derrota de Renzi ha sido interpretada como una nueva victoria del populismo después del Brexit y en las elecciones presidenciales estadounidenses. ¿Comparte esa opinión?
No, me parece un error clamoroso. Hay populismo en la Liga del Norte. Y si acaso hay populismo en Renzi, en los mensajes que ha lanzado de cara a este referéndum, en su insistencia en que lo que estaba en juego en esta consulta era reducir los cargos públicos, disminuir los costes de la política y otros mensajes parecidos… Todo eso son llamamientos populistas realizados por el jefe del Gobierno y que, como se ha visto, han sido rechazados por la gran mayoría de los italianos.
Pero es evidente es que en Europa hay terror ante la posibilidad de que Cinco Estrellas, el movimiento que lidera Beppe Grillo y que muchos tachan de populista, pueda llegar al poder…
Europa hace bien en tener miedo de Cinco Estrellas, porque es un movimiento muy fuerte y que no está salpicado por ningún escándalo. Pero Europa hace mal en considerar a Cinco Estrellas un movimiento populista. Es un movimiento de crítica de la política y de los políticos, pero que no tiene características populistas como las que por ejemplo puede tener la extrema derecha en Austria, algunas formaciones en Holanda, organizaciones como los Demócratas Suecos o los así llamados “Verdaderos Finlandeses”… Cinco Estrellas representa una parte importante del electorado italiano, cuenta con el apoyo de muchísimos jóvenes que quieren cambiar la política y desde luego no es un movimiento de tipo xenófobo.
Muchos predecían una hecatombe financiera en Italia si ganaba el NO. Pero no ha sido así.
Porque los mercados son sabios, porque la victoria del NO no genera ningún apocalipsis. Provocará un cambio de Gobierno, pero los italianos estamos habituados a los cambios de Gobierno y sabemos cómo administrarlos. Los mercados financieros hacen bien en no atacar a Italia, si lo hicieran perderían. La economía italiana probablemente sea lenta y perezosa, pero en conjunto aún es bastante sólida.
¿Fue un error por parte de Renzi jugar la carta del miedo?
Renzi ha jugado a meter miedo para tratar de vencer, trataba de amedrentar a los italianos haciéndoles creer que sólo él podía resolver la situación y que todos los demás era amasijo de inútiles. Sin embargo, en ese amasijo estaban la mayoría de los italianos y muchas organizaciones que lo único que querían era evitar unas nefastas reformas constitucionales.
Si tuviera que apostar, ¿quién cree que será el próximo primer ministro?
No quiero apostar sobre nombres. Pero creo que será alguien con experiencia política, con una biografía, con presencia en el Parlamento y miembro del Partido Demócrata. Hay cuatro o cinco personas que reúnen estas características. Y creo también que debe ser alguien no muy distante a Renzi. Muchos hablan de Dario Franceschini (en la actualidad ministro de Cultura). En realidad son demasiados los que hablan de Franceschini, y tal vez por eso no será él el elegido. Podría ser también Delrio (ministro de Infraestructuras y Transportes), pero es una figura menos incisiva. Otros creen que podría ser el turno de una mujer, como Roberta Pinotti, la ministra de Justicia. Y hay quien sostiene que el nuevo primer ministro será alguien con un cargo institucional, algo que yo espero que no ocurra porque ni la presidenta de la Cámara de Diputados ni el presidente del Senado tienen experiencia política previa.
Muchos dan en cabeza al ministro de Economía, Pier Carlo Padoan…
Creo que no sería una buena elección. Si es bueno como ministro de Economía es justo que siga siendo en ese cargo, y si no es bueno no veo por qué habría que ascenderlo. Además Padoan es un técnico, y yo considero que el nuevo primer ministro debe de ser un político.