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Gianfranco Pasquino: “No hay una nueva derecha, más bien hay una derecha eterna” #entrevista #ElPaisDigital @ElPaisDigitalOK

Martín Astarita dialogó con el politólogo italiano Gianfranco Pasquino

Nada mejor que presentar a Gianfranco Pasquino como él mismo, ante nuestro pedido, elige hacerlo. Es el preludio de una rica charla en la que se referirá al actual estado de la democracia en el mundo y sus desafíos, las razones de la emergencia de liderazgos de derecha como Trump y Bolsonaro, y la creciente disputa entre Estados Unidos y China y sus repercusiones en América Latina, entre otros temas.
Recurre a la tercera persona como si, con distancia, pudiese trazar una descripción más precisa y fiel de sí mismo.
“Es profesor emérito de Ciencia Política en la Universidad de Bolonia. Fue discípulo de Norberto Bobbio en Turín y discípulo de Giovanni Sartori en Florencia. Ha escrito algunos libros interesantes, el más reciente publicado en Argentina es Bobbio y Sartori: comprender y cambiar la política. Fue co-editor del Diccionario de Política que parece que todos en América Latina conocen”.
Y completa su perfil: “Gianfranco Pasquino es una persona que piensa que la política es importante. No solo conocer la política, sino también hacer la política. Pasquino fue senador de la República Italiana del 1983 hasta 1992, y luego, de 1994 a 1996. Es un hombre con conocimientos, un hombre…fiable”.
Con esta presentación, aprovecho para preguntarle sobre cuáles son las razones por las cuales en Italia hay una rica tradición de cientistas políticos.
No sé exactamente por qué. Es verdad que todos conocemos a Maquiavelo, a Mosca, a Sartori, a Gramsci. Probablemente porque la política italiana es interesante. En general, la política produce problemas y tiene también algunas soluciones. Hay muchos que estudian la política, porque es importante y puede cambiar la vida.
Maquiavelo fue un hombre decisivo para la ciencia política. Creo que es necesario estudiar a Maquiavelo. Sería necesario que los que viven en los países como Afganistán, como Irán, como Arabia Saudita, estudien a Maquiavelo, porque es el teórico de la separación entre la política y la moral y la religión. Y si usted no separa la política de la moral y de la religión, es imposible tener una democracia.
Es inevitable preguntarle por esa relación en Italia, que ha sido intensa.
Sí, pero la religión, es decir, la religión católica, fue importante porque se produjo un partido político, la Democracia Cristiana, pero la Democracia Cristiana nunca fue solamente un partido religioso. Tenía una verdadera autonomía del Vaticano y del Papa. Fue un partido con componentes religiosos, pero con gran autonomía por parte de los políticos.
Hemos tenido la fortuna de que el líder de la Democracia Cristiana de 1945 hasta 1953 fue Alcide De Gasperi, un católico moderno del norte de Italia, que supo resistir las presiones del Vaticano.
Hoy la religión juega un papel marginal en Italia. No es tan importante. Es más importante en otros países, por ejemplo, en España. Y es importante en países donde no existe la separación entre religión y poder político.
Cambiando de tema. Pareciera entreverse el fin de la pandemia. ¿Qué balance hace sobre cómo la democracia enfrentó el desafío del coronavirus?
Creo que el fin de la pandemia no se acerca, hay muchas dudas de que podamos terminar con la pandemia.
En relación con su pregunta, habría que marcar una diferencia entre lo que llamamos democracia ideal (en el plano del deber ser, y todos tenemos una visión de lo que debería ser la democracia), y las democracias reales, las que existen realmente en el mundo, que son aproximadamente unas 90 (más o menos). Es un número muy optimista, pero lo cierto es que hay muchas democracias reales que funcionan relativamente bien.
En muchas democracias reales existen problemas de funcionamiento, porque el mundo cambia, los electores modifican sus preferencias, los partidos ganan y pierden elecciones; y problemas más estructurales, tanto en sistemas presidencialistas como en sistemas parlamentarios. Pero, aceptar que existen ambos tipos de problemas, estructurales y coyunturales, no significa que las democracias no pueden funcionar. En mi opinión, por el contrario, son muchas las democracias que funcionan y lo hacen bastante bien.
Y la pandemia, ¿Cómo afectó estos problemas?
La pandemia no ha producido nuevos problemas. Lo que hizo en todo caso fue agravar algunos problemas ya existentes. Bolsonaro, líder populista, existía antes de la pandemia y puede llegar a perder ahora. Pero no es el producto de la pandemia, es un producto del poder de cambio de millones de votos de los electores.
Las democracias que funcionaban bien antes de esta pandemia han funcionado bien durante la pandemia y va a continuar funcionando bien. La pandemia ha sido un papel de tornasol.
Uno de los graves problemas, sobre todo en América Latina, es la desigualdad. ¿Qué piensa de esta relación entre democracia y desigualdad?
Desde ese punto de vista también, por lo menos en América Latina, mirando la película, lo que hizo la pandemia es agravar un problema que, como dice usted, ya venía de antes, es un problema de arrastre histórico. Tal vez la pandemia lo puso de relieve con mayor significancia.
Ahora bien, existen muchas igualdades y tampoco existe una desigualdad si no muchas desigualdades.
Usted habla de desigualdad económica, pero la democracia nunca ha prometido reducir o eliminar la desigualdad económica. La democracia promete una sola igualdad: la igualdad ante la ley, la igualdad frente la justicia. Y después la democracia no promete, pero permite la competencia entre hombres y mujeres y permite la creación de igualdades de oportunidades.
Es verdad que aquí hay un problema de desigualdad económica. Pero no es un problema de las democracias. Es un problema de todos los sistemas políticos. Hay desigualdades económicas enormes, monumentales, en los regímenes autoritarios y en los regímenes totalitarios, y también en los teocráticos, como por ejemplo Irán. Entonces no es correcto decir que la democracia produce desigualdades económicas. Hay democracias con desigualdades económicas y otras igualitarias, cómo por ejemplo, los países del norte de Europa.
Pero usted tiene razón. La desigualdad económica de hoy es mayor a la de hace veinte años. Debemos discutir por qué, debemos discutir y analizar sus consecuencias.
Hacia ahí va dirigida mi pregunta. Por un lado, por los efectos de la desigualdad económica en la legitimidad de la democracia. Por otro lado, ¿qué herramientas tiene la democracia para combatirla?
La desigualdad económica tiene raíces históricas y tiene raíces también en el tipo de política del país ¿Debemos reducir las desigualdades económicas? Creo que no. Lo que debemos hacer es reducir el número de pobres, creando igualdad de oportunidades. El problema no son los ricos. En todo caso, el problema es cuando los ricos utilizan el dinero, el poder económico, para ganar poder político. Eso sí es un verdadero problema de la desigualdad. No debemos controlar la cantidad de dinero y el número de ricos. Lo que sí debemos controlar son los comportamientos de los ricos.
Usted mencionó a Bolsonaro, a Trump. ¿Cuáles son los factores para la emergencia de estos líderes de derecha?
Hay factores estructurales en los Estados Unidos. Uno de ellos es el racismo, una parte de la opinión pública cree que los hombres de color, la minoría afroamericana, no deben tener los mismos derechos, las mismas oportunidades, que el resto. Es un factor estructural y muy importante: todos los estados del sur de los Estados Unidos son gobernados por los republicanos, hombres blancos!
Segundo elemento. En la elección del 2016, hubo un factor extraordinario: el candidato presidencial demócrata fue una mujer, y un porcentaje no menor de electores no ha votado necesariamente por Trump sino que votó contra la candidata demócrata por su condición de mujer, ambiciosa y “fuerte”: un desafío político, social, cultural al poder de los hombres y de las mujeres conservadoras.
Tercero, hay un problema de la libertad del voto, lo que ellos llaman supresión del voto. Hay muchas técnicas que se utilizan para limitar, restringir el derecho al voto en los Estados Unidos. Es muy difícil votar y más cuando un Estado es controlado por los republicanos (Texas, Florida). Y finalmente, está el problema del colegio electoral y el federalismo, que posibilita que el candidato más votado (como Hillary Clinton) no necesariamente sea el elegido. En definitiva, hay una serie de distorsiones en la traducción de los votos en el resultado electoral.
Esos son factores específicos de Estados Unidos. Pero también aparece Bolsonaro en la escena. En la Argentina hay liderazgos incipientes de ese tipo, y algunos lo califican como nueva derecha, derecha alternativa.
Ideológicamente, yo contesto que no hay una nueva derecha, más bien hay una derecha eterna. Es decir, la derecha extrema siempre combina elementos de autoritarismo, de racismo, de machismo y de fascismo.
Hay otros pequeños elementos que pueden ser interesantes. Estos líderes son populistas. Pero el populismo no es algo nuevo; el populismo es el producto de factores históricos y aparece cuando los partidos son débiles. Si hay partidos organizados, estructuras sólidas, si hay participación política de hombres y mujeres de manera constante, el populismo no llega a ser muy importante.
Eliminar el populismo del todo es imposible. Siempre hay populismo porque democracia es poder del pueblo y no podemos eliminar el pueblo. Si eliminamos el pueblo, eliminamos la democracia, no solamente el populismo.
Entonces es verdad que el populismo es muy visible. No puedo decir que es más importante que en el pasado, porque el populismo ha ganado solamente en Brasil y en los Estados Unidos. Es un error pensar que el populismo ha ganado en Hungría: Orbán ha ganado el poder político como líder de un partido y después tiene comportamientos populistas. Entonces, en Europa prácticamente el populismo no ha ganado.
A Salvini tampoco lo considera populista…
Salvini no es necesaria y totalmente populista. Su fuerza representa una parte del país, al norte y ha logrado obtener el consenso de otras regiones. Es un líder de partido con capacidades políticas. Pero no es un populista. Hay un intento de jugar la carta populista, pero no es completamente populista. Y la líder de la derecha, Giorgia Meloni, no es populista, es una líder tradicional de la derecha nacionalista italiana.
Una breve digresión. Acá en la Argentina, hay una tendencia recurrente a usar el término nueva derecha.
No, yo no creo que existe la nueva derecha, existe la derecha, que es como he dicho, una derecha extrema, con nuevas herramientas, es decir, las redes sociales, los elementos tecnológicos de la comunicación. Pero la derecha tiene más o menos los mismos valores, los mismos ideales, los mismos principios que en los años 30 y 40 de Europa y de América Latina. No, no veo nada de nuevo. Debemos buscar en otros lugares si queremos encontrar lo nuevo.
¿Cómo ve la relación Estados Unidos-China?
Hay competencia. Los chinos tienen una ventaja enorme que es la población. Otra ventaja es que hay mucha disciplina. Podemos decir (yo no creo que sea así) que el totalitarismo produce disciplina. Hay un partido comunista muy fuerte. El país chino tiene un margen de crecimiento importante aun si los Estados Unidos son más ricos y tienen tecnología más avanzada que China.
Hay competencia y es inevitable. Es una competencia que se traduce en comportamientos. Los Estados Unidos tienen aliados: los europeos, muchos latinoamericanos. China intenta obtener aliados, intenta crear conexiones, pero en este momento no tiene bastante poder para que sus coaliciones prosperen. Lo que hace es utilizar el poder económico con la ruta de la seda, con inversiones en muchos países.
En definitiva, la competencia es inevitable, pero yo creo que un régimen totalitario no puede ganar, porque hay tensiones al interior y al exterior también. Por ejemplo, en las relaciones con Hong Kong, con Corea del Sur, con Japón, con lo cual se le hace difícil tener aliados.
¿Usted no comparte la idea de que en los últimos años se acortaron las distancias que tenía China respecto de Estados Unidos? Hay quienes ven que China sale mejor parado de esta pandemia.
No, no es verdad. Ante todo, China es responsable de la pandemia, porque es un régimen totalitario que ha impedido buscar rápidamente las causas de la pandemia. Los regímenes totalitarios, y los autoritarios también, no permiten transparencia. Entonces debemos continuar preguntando a China lo que ha ocurrido en Wuhan.
Además, hemos visto que la pandemia ha reaparecido en China, entonces el problema no fue resuelto. No conocemos los datos, no conocemos la realidad de lo que ocurre en China. Creo que otros países han reaccionado mejor que China, por ejemplo, democrática- y transparentemente, Corea del Sur y Taiwán.
En Italia se ha discutido mucho por su incorporación a la Ruta de la Seda. Pensando en ese ejemplo para América Latina, ¿cómo piensa que influye la competencia Estados Unidos-China en la región? ¿Puede haber mayor autonomía para países como la Argentina, fruto de esta rivalidad?
Yo suelo poner el ejemplo de Dinamarca, un país pequeño, que no tiene muchas materias primas. Entonces podría ser un país irrelevante.
Pero el punto es que Dinamarca tiene una democracia que funciona muy bien. Dinamarca nos permite decir que todos los países que tienen un sistema jurídico que funciona bien, que tienen una democracia con el consenso de los electores, en el cual los ciudadanos se comportan en forma disciplinada, respetan a los otros, respetan las reglas, todo eso, en definitiva, sirve para mantener la autonomía.
Entonces, los países latinoamericanos que tienen un sistema político que funciona bien, pueden negociar con China. El mensaje es que la autonomía política es el producto de un sistema político que funciona adecuadamente. Si nuestras democracias funcionan bien, ustedes no tienen nada que temer en negociar con China. China puede forzar, puede influir sobre los comportamientos de algunos grupos cuando no hay consenso en el sistema político nacional. Entonces, si ustedes producen consenso, si hay partidos que tienen competencia, que ganan y que pierden las elecciones, que aceptan el resultado de las elecciones, no hay problema. La democracia vive y garantiza derechos, oportunidades, libertad. Amen.
1 de Septiembre de 2021 El País digital
“Trump perdió las elecciones, pero el trumpismo no desaparecerá”: Gianfranco Pasquino @RevistaSemana
El reconocido politólogo italiano habló con SEMANA acerca de los resultados de las elecciones en Estados Unidos, el estado de la democracia y las consecuencias de la pandemia en el mundo.
Gianfranco Pasquino, politólogo y referente mundial en Ciencia Política, fue el invitado principal de la Semana del Politólogo organizada por la Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá. SEMANA habló con el experto.
SEMANA: ¿Qué conclusión dejaron las recientes elecciones en Estados Unidos?
Gianfranco Pasquino (G.P.): Es evidente que, en general, la democracia de los Estados Unidos es de buena calidad, pero sus debilidades quedaron expuestas por Donald Trump, una persona que no respeta las reglas, es individualista y busca el beneficio propio por encima del ciudadano. El problema democrático en Estado Unidos es el sistema electoral, no funciona bien. Eso se debe reformar.
SEMANA: ¿La crisis democrática que vivió Estados Unidos durante el periodo Trump se trasladó al resto del mundo?
G.P.: Diría que las democracias en el mundo funcionan bien por regla general. Aun si no apreciamos los resultados y hay espacio para mejorar, se encuentran en mucho mejor estado de salud que regímenes autoritarios como el de Venezuela. No podemos generalizar con el caso de Estados Unidos. La Unión Europea, por ejemplo, es más democrática de lo que muchos piensan, y hay democracias ejemplares como las de Nueva Zelanda o Dinamarca. Hay problemas en algunos sistemas políticos democráticos, pero no existe una crisis de la democracia como tal.
SEMANA: ¿Qué tiene que hacer el Gobierno de Joe Biden para recuperar la confianza del país?
G.P.: El problema de la democracia en Estados Unidos tiene dos elementos importantes. Primero, que es una república presidencial federal. El federalismo es un problema cuando hay elecciones, el Colegio Electoral es una manera de mantener el poder de los estados y tomar o extraer el poder de los ciudadanos. Es insólito que un candidato pueda tener más votos y perder la elección, como fue el caso de Al Gore en el año 2000 y de Hillary Clinton en 2016. Eso es un problema severo y es producto del federalismo. El segundo elemento importante es que la elección presidencial permite a hombres con recursos no políticos ganar las elecciones. Es el elemento más negativo del presidencialismo. La elección presidencial ofrece una oportunidad a hombres y mujeres sin carrera y conocimientos políticos porque los electores se interesan por la popularidad. Es el caso de Trump, quien tenía una enorme visibilidad televisiva, mucho dinero y se presentó como un candidato contra la política de Washington. En un sistema político parlamentario, los parlamentarios pueden cambiar el gobierno. Pero en un sistema presidencial es más difícil cambiar al jefe de gobierno. El impeachment fue el intento de sacar a Trump, pero no fue posible.
SEMANA: ¿A Trump le queda carrera política?
G.P.: Como ciudadano espero que no, que no tenga otra oportunidad política. Trump tiene problemas jurídicos. En Nueva York, por ejemplo, enfrenta acusaciones de corrupción. Pero hay que fijarse en que 70 millones de norteamericanos han votado a Trump. Eso es increíble, porque Trump perdió las elecciones pero el trumpismo no desaparecerá. Hay sentimientos, comportamientos y muchos elementos emocionales que construyen el discurso de Trump y sus seguidores que no han desaparecido. Hay racismo, individualismo y culto a la violencia, que indican que el trumpismo seguirá siendo un elemento importante de la cultura de los Estados Unidos.
SEMANA: ¿Qué implicaciones tendrán estas elecciones en América Latina?
G.P.: Joe Biden es un hombre bastante moderado, y creo que no tiene un especial interés en América Latina. Creo que solo podrían influir sobre la política de América Latina las organizaciones de latinos en los Estados Unidos. Sabemos que hay dos grupos: los mexicanos, que son bastante progresistas, y los cubanos, que son bastante conservadores y anticomunistas. Podemos comprender las diferentes posiciones de ambos, y sus representantes, como el senador Marco Rubio de Florida, tienen mucho poder para influir sobre la política latinoamericana, ya que los demócratas perdieron ese estado. En todo caso, Rubio puede representar los intereses de los cubanos, pero no veo grandes peligros para América Latina. Creo que Biden debe ver el problema de Venezuela de manera
moderada, sin enfrentarse verticalmente con Maduro, pero eventualmente debería intentar cambiar las situación en Venezuela.
SEMANA: Cuando comenzó la pandemia, se temió que fuera un escaparate para el populismo. ¿Cree que la pandemia dio paso al populismo, o todos estos movimientos serán un paréntesis histórico?
G.P.: La pandemia será un paréntesis y sus consecuencias durarán por mucho tiempo. Producirá muchas desigualdades y una crisis económica que podría prolongarse por varios años. Será muy difícil volver a la situación económica anterior. En todo caso, no creo que la pandemia sea algo positivo para los populistas, porque no existe ninguna solución exclusivamente nacional para la pandemia. La respuesta debe ser internacional, y los estados europeos lo saben muy bien. Se ha demostrado que no es viable cerrar las fronteras, eso no derrota la pandemia. Por otra parte, la pandemia necesita una intervención importante de los estados. Solo si estos coordinan sus políticas económicas y sociales pueden derrotar la pandemia. Si no saben cómo coordinar sus políticas, la pandemia va a continuar. No somos una pequeña isla, no es suficiente cerrar las fronteras, la solución está en las políticas supranacionales.
SEMANA: ¿El mundo cooperó para enfrentar el impacto económico de la pandemia?
G.P.: La Unión Europea sabe que puede ejercer su influencia sobre África y que es necesario ayudar a los países africanos. Eso sí, me sorprende que la Unión Europea no tenga una verdadera política latinoamericana. Solo España tiene más interés en Latinoamérica que la Unión Europea en general. Pero al final tendrán que aparecer políticas a gran escala que sean compartidas. Eso se puede hacer, es muy difícil; creo que deben usarse instituciones como la Organización Mundial para la Salud (OMS) en estos casos. Trump no trabajaba con la OMS. Pero algo está claro: si el terror es mundial, no hay soluciones en manos de los estados. La cooperación es absolutamente indispensable.
11/19/2020 Semana
Europa busca su identidad política
G. Pasquino. Según el politólogo, cuando los partidos funcionan, la democracia es fuerte. La guerra contra el narcotráfico es regional, no individual, opina.
POR HECTOR PAVON
A Gianfranco Pasquino se le podría aplicar la categoría de “uno de los últimos politólogos”, un sobreviviente de su especie: “hoy no hay maestros”, sostiene. Il professore cosechó reverencias y elogios a su paso por el l° Congreso de Ciencia Política realizado en Mendoza recientemente, y luego en Buenos Aires cuando estuvo dando clases (como lo hace anualmente) en la sede local de la Universidad de Bologna. Pasquino fue alumno de Norberto Bobbio y de Giovanni Sartori. En esta entrevista el ex senador por el Partido Democrático de la Izquierda (ex PCI) traza un certero diagnóstico –un tanto preocupante– de la escena contemporánea.
–¿La Unión Europea está en crisis?
–La Unión Europea tiene problemas. Los problemas no son una crisis. Son problemas de crecimiento. Cuando existe una moneda común, debe existir una política económica común o compartida. Entonces, es necesario dar pasos para construir una política económica y una política social común también. Entonces no es una crisis que va a dar pasos de hoy para mañana. Pero eso es técnicamente posible, es difícil pero soy optimista. Hay políticos europeos que trabajan para construir un nuevo marco político.
–Vemos que la crisis que sacude a Grecia trasciende lo económico. ¿Cómo la califica usted?
–La crisis de Grecia es una crisis política, es decir, producto de la corrupción política de los políticos, de errores de los políticos griegos. Hay problemas económicos que fueron mayores porque los dirigentes griegos causaron los efectos negativos. Los problemas fueron magnificados por ellos y no por la gente, hubo manipulaciones de los políticos griegos.
–Angela Merkel fue caricaturizada en los medios y señalada como responsable de la crisis…
–Es una caricatura que no tiene ningún elemento de realidad. Primero porque no es la señora Merkel solamente, hay muchos jefes de gobierno en Europa que comparten su política. Finlandeses, holandeses, daneses, austríacos y, también, españoles. Los españoles se preguntan: por qué hicimos tanto sacrificio y los griegos no deberían también hacerlo. Hemos hecho los sacrificios y hemos, casi, resuelto la crisis española que fue producto de errores de los políticos españoles también y de expectativas muy altas de los ciudadanos. Entonces, los griegos deben resolver los problemas. La señora Merkel representa al gobierno del país más importante de Europa, pero las políticas europeas no son necesariamente solo las políticas de ella. Son compartidas por muchos otros países cercanos. La caricatura produce daños en la concepción de lo que debería ser la Unión Europea.
–¿Cómo cree que se aplica hoy en Europa el concepto de democracia de calidad?
–Europa tiene de democracia lo que es posible. Es decir, hay un Parlamento europeo elegido por los ciudadanos, pero hay un problema y es que hay un número bajo de ciudadanos que participan en las elecciones porque los partidos políticos no intentan movilizarlos. El Parlamento funciona democráticamente, evalúa lo que la Comisión hace y no hace, produce leyes y produce una integración difundida. El Consejo Europeo está conformado por jefes de gobierno. El problema es que ellos actúan en su país y no tienen organización europea. Las instituciones funcionan pero no hay suficiente transparencia en lo que hacen, ni se difunde información entre los ciudadanos. Es un organismo complejo que tiene problemas complejos y también de comunicación política.
–Mencionó los partidos políticos, ¿cómo se desenvuelven en este esquema de siglo XXI?
–En todas las democracias que funcionan bien hay partidos políticos que funcionan bien. Una de las razones del éxito de Alemania es que los partidos políticos alemanes han funcionado muy bien. Todos siendo gobierno, producen alternancia, cambios, líderes. Alemania ha tenido líderes políticos importantes. Y cuando los partidos no funcionan bien, la democracia tampoco funciona bien. Italia es un caso perfecto: malos partidos, malos líderes, una tradición que no está terminada. Cuando los viejos partidos decayeron, los nuevos partidos no aparecieron. Hoy por lo menos hay probablemente un solo partido, el resto son organizaciones electorales. El problema en Europa es que en algunos países, los partidos políticos son débiles. Quieren ganar las elecciones nacionales pero no tienen una política europea. Eso es malo. La razón por la cual la señora Merkel es muy fuerte es que los demócratas cristianos alemanes siempre fueron europeos. La unificación europea será el producto de la emergencia, de la aparición de líderes políticos dentro de sus partidos nacionales.
–¿Y a los italianos cómo les fue con las alianzas?
–Los gobiernos italianos siempre fueron de coalición. No se puede concebir la política italiana sin recordar lo que hizo De Gasperi –primer ministro desde 1946 hasta 1953– que creó una coalición de centro que produjo grandes reformas. La calidad de las coaliciones depende de la calidad de los partidos. En general, todos los países europeos tienen coaliciones de gobierno, con excepción de España, pero no es claro, porque los partidos nacionalistas de Cataluña siempre estuvieron apoyando los gobiernos. Aun en Inglaterra, desde 2010 hasta 2015, hubo una coalición de conservadores. Una coalición es mejor porque no hay extremistas y hay mayor representatividad de la sociedad.
–Esta nueva oleada de migrantes ha puesto a prueba la democracia europea…
–Los migrantes no son el problema. El mayor problema de Europa es la corrupción política. Tenemos un problema de drogas también, y también Italia tiene el problema del crimen organizado en algunas zonas del sur. Los dos verdaderos desafíos a la calidad democrática –y puede ser a la existencia de la democracia– son la corrupción política y el crimen organizado. En América, el tema del narcotráfico no puede ser resuelto dentro de un país. Debe ser resuelto a través de la cooperación entre muchos países y probablemente con Estados Unidos que es un gran mercado. La reducción del narcotráfico no puede ser resuelto sólo en la Argentina, en Paraguay, en Colombia ni en México. Tiene que resolverse a través de una cooperación latinoamericana con EE.UU.
–¿Y Obama? ¿Lo deja satisfecho su papel protagónico?
–Obama creó muchas expectativas políticas y ha sido un buen presidente pero no ha tenido mayoría en el Congreso y entonces fue obstaculizado por los republicanos que no tienen ninguna idea, sólo el poder negativo de obstruir. Ha hecho algo tremendamente importante, el tema del sistema de salud es un hecho absolutamente histórico. Ha producido dos acontecimientos internacionales que van a ser parte de su evaluación, el acuerdo con Irán y el fin del embargo de Cuba. Obama es un hombre inteligente, capaz, tengo una evaluación completamente positiva de su política y de las condiciones que existen en EE.UU.
–Usted vive en un país en el que la Ciencia Política ha tenido más importancia que en otros. Hubo una gran escuela con intlectuales como Maquiavelo, Gramsci, Sartori, Bobbio, ¿cuál es el estado hoy del estudio y la producción de pensamiento en la Ciencia Política?
–Hoy el estado no es muy político. Los jóvenes se especializan en algunos sectores políticos. No tienen una visión amplia de lo que la ciencia política es y lo que la ciencia política puede ser. No existe ningún Sartori, ningún Bobbio, ni un modelo de construcciones profesionales. Es decir, se escriben libros sobre un pequeño aspecto de la ciencia política, pero analizando todos sus detalles, tienen poco éxito. Pero esto no pasa sólo en la sociedad italiana, es la situación en general. En los años 60 y 70 existieron muchos politólogos verdaderamente importantes, maestros. Y hoy no hay maestros, en Italia no hay, probablemente haya dos o tres maestros en Europa y no veo ninguno en EE.UU., sí veo buenos profesionales de Ciencia Política. Por ejemplo, Guillermo O´Donnell que falleció hace tres años: él fue un maestro. ¿Hay un maestro argentino así hoy? Es un período en el cual esperamos algunos, pero no hay, al menos en Italia.
29/10/15
Vientos de cambio en Europa. Es poco lo nuevo que avanza
Las numerosas y coloridas listas de izquierda que le dieron la vida (y la victoria) a Syriza en Grecia y que contribuyeron al crecimiento de Podemos en España son un fenómeno que tiene sus raíces fundamentalmente nacionales. No es una moda que, como la moda, produjo imitaciones, pero, por ejemplo, en Italia, más que imitaciones exitosas, lo que encontramos es el florecer de las ilusiones. También en otras partes, en Europa, aparecieron listas de izquierda en la misma izquierda, desde los Piratas suecos y alemanes hasta la Alternativa para Alemania, pero demostraron que no consiguieron afirmarse en el electorado. El elemento común a todas las nuevas listas de izquierda es la insatisfacción en las capacidades de representación de los partidos de izquierda, a menudo socialistas. En Grecia, esos partidos, más precisamente el Pasok, se derrumbaron y sus potenciales electores se dejaron convencer por Tsipras. En España, el PSOE se mantiene, pero en la oposición, mientras que Podemos creció gracias a la afluencia de jóvenes sin antecedentes, pertenencias partidarias y lealtades electorales. Por otra parte, en Alemania, Suecia, Noruega, Francia y Gran Bretaña, los partidos socialdemócratas y laboristas están en el gobierno y consiguen demostrar la inutilidad de un enfrentamiento con ellos. Por el contrario, cuando el desafío se presenta, se manifiesta mucho más a la derecha que a la izquierda. Aquí está el segundo elemento común: la oposición al euro, la crítica a la UE, la reaparición de un nacionalismo xenófobo (y, a veces, antisemita).
Pensar que éstas son posiciones que prenuncian un futuro practicable me parece francamente no sólo un error, sino una enorme estupidez (una tontería monumental). En el caso de las derechas se trata simplemente de su incapacidad para llegar a la modernidad. En los casos de Syriza y Podemos, hay un poco de infantilismo, destinado a pasar con el tiempo. Hay también una recuperación de la política de los buenos sentimientos: ayudar a los más débiles. Y hay, finalmente, un poco de miedo al futuro y a la competencia global que mancomuna a algunos sectores de derecha, como lo ha demostrado, no casualmente, la alianza antinatural de gobierno entre Syriza y los Griegos Independientes.
En la medida en que son “nacionales”, los fenómenos de izquierda y derecha serán confrontados por los partidos tradicionales. En la medida –variable– en que son antieuropeos, podrán ser combatidos por el Parlamento y la Comisión Europea. Aunque está absolutamente fuera de moda sostener que el horizonte de Europa es luminoso, ésta es mi posición. La UE tiene aún enormes espacios por mejorar desde el punto de vista de la eficiencia, la desburocratización y la democracia. Las nuevas derechas son viejas, pero están destinadas a perdurar. Existen en todas las democracias, incluida la de los Estados Unidos y las de toda América Latina. En cambio, las nuevas izquierdas están destinadas a durar poco, l’espace d’un matin, para luego retroceder. Merecen un poco de atención, pero los analistas deben tener una mirada más amplia. El futuro es de los partidos que, a pesar de todo, supieron reformarse constantemente desde hace más de ciento cincuenta años.
PUBLICADO EN EDICIÓN IMPRESA DE PERFIL 31/01/2015 Traducción: Guillermo Piro