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L’Italia non è la Spagna, non c’è un Sanchez italiano

Uso le profetiche parole di Carlo Rosselli pronunciate nel 1936 a Barcellona, aggiungendovi un indispensabile punto interrogativo, per cautelarmi da un paragone che non può che risultare alquanto azzardato. In effetti, di commenti e riferimenti azzardati, anzi, semplicemente sbagliati e fuorvianti, alla Spagna ne abbiamo sentiti molti in questi anni. Qualcuno ricorderà come attorno a Veltroni si affollassero i sostenitori del sistema elettorale spagnolo quasi fosse un toccasana per l’Italia. Di tanto in tanto, faceva capolino la modalità di elezione del Presidente del Gobierno ad opera di una maggioranza assoluta con la sua rimozione affidata a una mozione di censura che ottenesse a sua volta una maggioranza assoluta contro il capo del governo in carica, strumento importante (ma neppure preso in considerazione dai renzian-riformatori costituzionali) dell’invidiabile stabilità dei governi spagnoli fintantoché i due partiti maggiori rimasero a livelli elevatissimi di consenso. Qualcuno, infine, lodava il bipartitismo spagnolo come se fosse “perfetto”, mentre, salvo poche eccezioni, tutti i governi spagnoli dovettero fare affidamento sui partiti regionalisti (da qualche tempo, diventati più esigenti e meno affidabili).

Non tanto paradossalmente, il successo della democrazia spagnola e la sua crescita economica crearono le premesse di grandi aspettative che, travolte dalla bolla immobiliare, colpirono tutto il sistema partitico aprendo spazi a destra, al centro e a sinistra contribuendo in maniera decisiva alla comparsa di nuovi attori politici e dimostrando che non era il sistema elettorale a favorire e puntellare quel quasi bipartitismo. Erano il PSOE e il PP che, organizzati e strutturati, forti sul territorio e con una leadership capace, attraevano il voto. Oggi, la vittoria del socialista Pedro Sanchez non è il prodotto di un’imponente avanzata in termini di voti e il suo PSOE non si avvicina affatto a quello di Felipe Gonzales né a quello di Zapatero.

A fronte del vero e proprio tracollo del Partido Popular, il voto socialista segnala una ripresa le cui motivazioni sembrano essere di due tipi. Da un lato, anche se non eccezionalmente solida e diffusa, la struttura organizzativa del PSOE è ancora in grado di fare politica sul territorio, di andare a mobilitare parti importanti dell’elettorato e a promettere loro in maniera credibile rappresentanza politica e sociale. Dall’altro lato, la leadership di Sanchez, emergente da una breve, intensa e complessa attività di governo ha dimostrato di essere all’altezza delle sfide e di meritare di continuare. Tenuta a bada la sfida della nascente estrema destra di Vox, percentualmente il partito sovranista di minor successo fra quelli sorti negli ultimi anni negli altri paesi europei, i Socialisti spagnoli sanno di dovere costruire con pazienza una coalizione capace di durare affrontando prove non facili, a cominciare da quella delle elezioni europee e a continuare con il consolidamento della crescita economica.

Sono sempre molto circospetto nel trarre lezioni per l’Italia da altri paesi, senza mettere in guardia dalla diversità degli assetti istituzionali. Già l’attuale situazione politica italiana complessiva si presenta molto più complicata di quella spagnola, ma soprattutto è il Partito Democratico che, contrariamente al PSOE, non sembra avere ancora imparato alcune lezioni fondamentali. L’elezione del nuovo segretario ad opera di una platea allargata di votanti non ha prodotto nessuna impennata di mobilitazione e nessuna iniezione di energia. Il nuovo segretario, a prescindere da un suo ruolo non molto di spicco nella precedente “ditta”, non ha rotto con il passato recente e sembra guardare al centro piuttosto che a (ri)disegnare un profilo di sinistra, con la conseguenza di lasciare non poco spazio proprio alla sua sinistra. Privo di una oratoria trascinante Zingaretti non ha nulla che ne faccia il Sanchez italiano e neppure che possa consentirgli di mettere in moto un essenziale processo di ricomposizione delle sparse membra della sinistra italiana. Carlo Rosselli non potrebbe che constatare che la Spagna è lontana e non ha praticamente nessuna possibilità di prefigurare il domani italiano.

Pubblicato il 29 aprile 2019 su huffingtonpost.it

No hay nada de malo en la gran coalición #España

ABC

JAIME G. MORA entrevista al politólogo Gianfranco Pasquino

San Lorenzo De El Escorial  02/07/2016

El politólogo italiano asegura que un pacto entre PP y PSOE no es un «pecado» ni un «error

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Gianfranco Pasquino (Turín, 1942) es uno de los pensadores italianos más influyentes de Europa. Es profesor emérito de la Universidad de Bolonia y profesor adjunto de la Universidad John Hopkins. Ha sido presidente de la Società Italiana di Scienza Politica, senador entre 1983-1992 y 1994-1996, y ha sido galardonado con el laurea honoris causa por la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata. Pasquino recibió ayer viernes a ABC después de ofrecer una ponencia sobre la antipolítica en el campus FAES, celebrado en los cursos de verano de San Lorenzo de El Escorial.

¿Cuáles son los rasgos de la antipolítica?

La antipolítica tiene enemigos: los que tienen el poder políticos, las élites, los periodistas, los intelectuales, los bancarios, los masones y los judíos, que son los enemigos tradicionales. Según la antipolítica, todos pueden hacer política y quienes la hacen no son admirables. Tiene una visión en la cual la sociedad es mejor que los políticos, lo que no es verdad. Tiene la ilusión de que se puede hacer mejor sin políticos.

¿Es lo mismo la antipolítica que el populismo?

No, porque el populismo pone el acento sobre la figura de un líder y la antipolítica puede hacerse sin líder. El populismo dice que hay un pueblo limpio, que es capaz de apoyar a un líder. Para la antipolítica el líder es un problema, no la solución.

¿Cómo se ha manifestado este fenómeno en Italia?

En Italia no hay populismo porque siempre hubo partidos políticos bastante organizados. Ha habido antipolítica contra la corrupción y el parlamentarismo. En general, ha sido un fenómeno intelectual, de periodistas, escritores y artistas, no un fenómeno político.

¿Qué relación hay entre Podemos y el Movimiento 5 Estrellas?

Poca, porque 5 Estrellas es una forma de hacer política. No es antipolítica. Es un intento de cambiar el sistema político. Reconocen que la política es necesaria, la importancia de las insiticiones, del poder judicial y del Parlamento.

¿Tiene Podemos más similitudes con el populismo latinoamericano?

En España hay partidos organizados. El problema es que los socialistas están menos organizados que años atrás. En América Latina, con pocas excepciones, son partidos débiles. Solamente Chile tiene partidos organizados, y no tiene populismos. Todos los demás países tienen populismos.

¿Es Podemos populista?

Tienen algunos elementos de populismo, pero no es completamente populista. Es difícil serlo del todo. Requiere un tejido social totalmente desorganizado y España no está en esa situación.

¿Por qué estos postulados calan con tanta facilidad?

Es un elemento coyuntural. Es el producto de la crisis económica, de la incertidumbre, del cambio generacional y de la incapacidad de los partidos tradicionales de predicar valores democráticos. Han aceptado el cambio social sin intervenir en ellos.

¿Esta ola antipolítica desaparecerá con el tiempo?

Aparecerán en la escena otros partidos mejor organizados.

Así que serán nuevos partidos los que frenen a Podemos.

Será un PSOE transformado, un PP capaz de crear coaliciones con Ciudadanos, o con los socialistas. No hay nada de malo en la gran coalición. Los alemanes la tienen. En Austria hay una gran coalición. No es un pecado, no es un error. Puede ser una solución temporal.

¿Cree que España va hacia una «italianización» de la política?

La política italiana es normalmente confusa, así que no es una buena solución. Pero los políticos italianos sí saben negociar.

Italia siempre cae de pie.

Eso es verdad, pero podría estar mejor gobernada. Hay mucha confusión; hay estabilidad en la confusión. España nos parecía estable y clara. Lo que ha pasado se debe a la falta de capacidad de los políticos tradicionales de comprender los cambios sociales.

Carlos de la Torre, que ha participado en el Campus FAES, me dijo que el populismo de derechas es más peligroso que el populismo de izquierdas.

Sí, porque el populismo de derechas gana. El populismo de izquierdas raramente gana. En América Latina, Chávez fue de izquierdas, pero en general el populismo es de derechas. El peronismo, en general, es populismo de derechas.

¿Han surgido estos fenómenos de antipolítica cuando más interés hay hacia la política?

Puede ser, aunque no estoy totalmente convencido. Diría que cuando la política parece ser importante nace también la antipolítica. Cuando la política funciona y no crea problemas, no hay antipolítica. Cuando la política no funciona y todos consideran que puede ser importante, puede nacer la antipolítica. Pero insisto en el elemento generacional: es un cambio de generación en España, también en Italia. Y en el Reino Unido, donde los jóvenes han votado a favor de la Unión Europea, a diferencia de los mayores de 55 años. Estamos en un periodo de cambio generacional que abre espacios a la antipolítica. Porque si los jóvenes no están representados, pueden optar por la antipolítica.