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Gianfranco Pasquino en el Olimpo de la ciencia política #comentario Revista Ñ @clarincom
Sartori y Bobbio, dos faros del pensamiento político, inspiraron al politólogo, quien destaca en su libro la lucha, a veces apasionada, por vivir en democracia.
En 1984, cuando la democracia daba en nuestro país sus primeros pasos, el gran filósofo italiano de la política Norberto Bobbio publicaba un texto en el que advertía sobre lo que denominaba “las promesas incumplidas de la democracia”. No pensaba que la llegada de gobiernos surgidos del voto popular a los países que salían de dictaduras militares fuera a resolver de manera inmediata todos los problemas, y recomendaba ser cuidadosos con las desmesuradas expectativas ciudadanas de cambio.
Bobbio tampoco rubricaba las concepciones “minimalistas” que definían a la democracia poco más que como un método para elegir y cambiar gobernantes, una versión libre de la definición precisa que aportaba otro reconocido politólogo peninsular, Giovanni Sartori. Un año después, Bobbio viajaría desde Turín, su ciudad donde residió toda su vida, a Buenos Aires, invitado a una memorable conferencia magistral sobre la transición a la democracia, en la Facultad de Derecho de la UBA, y presentado por el entonces presidente Raúl Alfonsín, un atento lector de sus textos. Años más tarde, fue Sartori quien visitó la Argentina, para asistir al Congreso Mundial de Ciencia Política que se realizó en Buenos Aires en 1991.
Eran tiempos inaugurales para la renacida democracia en nuestro país y también para el mundo académico y los claustros universitarios, que recuperaban su autonomía y vitalidad. La influencia de Bobbio y Sartori fue notoria y fecunda a partir de esos años, en la ciencia política y en la vida política misma de los países latinoamericanos.
Florentino, como Maquiavelo, Sartori construyó un sistema de pensamiento y una teoría para explicar qué son y cómo funcionan las democracias en la práctica, más allá del estricto análisis de las coyunturas y más acá de las discusiones teóricas sobre sus contenidos. Explicó la diferencia entre distintos modelos de gobierno y regímenes políticos; las virtudes y defectos del presidencialismo y el parlamentarismo, los diferentes sistemas de partidos, los desafíos de la multiculturalidad y la videopolítica. Como hombre de las letras, escribirá con pesar en Homo videns (2007), sobre “la primacía de la imagen; es decir, de lo visible sobre lo inteligible, lleva a un ver sin entender que ha acabado con el pensamiento abstracto, con las ideas claras y distintas”. Pasamos del ‘homo sapiens’ al ‘homo videns’, describía, y de este al ‘homo cretinus’”.
Bobbio y Sartori, los dos gigantes de la ciencia política italiana del siglo XX, compartieron un emprendimiento editorial monumental, el Diccionario de Política (primera edición en 1976 y última reedición, en 2016), del que el primero fue coautor, junto a Niccola Matteucci, y el segundo colaborador. Tuvieron, ambos, vidas longevas y mentes lúcidas que les permitieron seguir escribiendo y describiendo los tiempos contemporáneos hasta su último suspiro. Lo hicieron a través de sus obras, pero también sus columnas periodísticas e intervenciones públicas como intelectuales de referencia y consulta obligada. Bobbio más cercano a las ideas del socialismo y del liberalismo, Sartori más conservador en sus convicciones, fueron testigos de la época, vieron sucesivos momentos de crisis, derrumbes, resistencias y renacimientos, y fueron críticos implacables de las derivas populistas disfrazadas de novedad. El mundo de la segunda mitad del siglo XX que ayudó a entender fue quedando atrás. Pero sus modos de pensar, categorías y reflexiones perduran.

Nadie mejor que Gianfranco Pasquino, profesor emérito de la Universidad de Bolonia y discípulo de ambos, para recoger ese legado. Lo hace en Bobbio y Sartori, Comprender y cambiar la política (Eudeba, 2020), un libro escrito con la cabeza y el corazón, que recorre los temas centrales de sus obras, sus aportes fundamentales y trayectorias, y nos transmite, al mismo tiempo, a manera de tributo, recuerdos personales, semblanzas y anécdotas relevantes que lo tuvieron como testigo o protagonista.
Respecto a la crisis de la democracia, se pregunta:“¿Crisis de los ideales, es decir, de aquella situación en la cual el pueblo (demos) tiene el poder (kratos) de decidir de tanto en tanto quién debe gobernar, por cuánto tiempo y cómo, tomando decisiones y dejando que sea el pueblo, es decir los ciudadanos, los que deciden en elecciones libres y periódicas, si aceptan, protestan, intentan modificar las cosas sin el uso de la violencia?”.
La respuesta es que no, que el ideal democrático no está en crisis sino sometido a prueba de validez. Las democracias se van degradando –y es natural que así sea– a medida que se encarna en la vida social, real y concreta, terrenal y pantanosa, con sus desigualdades, injusticias y grietas. A veces, los problemas, los desafíos y las dificultades dependen de la baja calidad de las élites políticas que, aunque están atravesadas por la globalización, no logran comprender que el mundo ha cambiado. Es la crisis de los partidos tradicionales lo que hace que sea tan difícil encontrar soluciones efectivas y duraderas.
Conjetura Pasquino: Bobbio pondría el foco en el declive de la cultura política de los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda. Sartori habría hecho notar que allí donde la competencia entre los partidos no se desarrolla de manera vigorosa y rigurosa, los ciudadanos votantes quedan insatisfechos. Su insatisfacción se refleja en la valoración negativa de la democracia en la que viven, en la búsqueda de nuevos partidos o figuras, en la mucho más alta volatilidad electoral. Gobiernos que no pueden programar su actividad y sus reformas porque saben (o temen) que no durarán demasiado, no logran mejorar la vida de los ciudadanos. La distancia entre la democracia real y la ideal se hace, entonces, más grande. Los ciudadanos insatisfechos protestan, pero la solución, que no puede ser nunca definitiva, no aparece.
Eppur si muove… Recluidos en alguna prisión china, prófugos en la selva africana, acosados por los servicios secretos rusos, bajo un sistema de protección porque se ha lanzado una fatwa en su contra, maltratados en una plaza de Estambul, confrontando con la policía de Hong Kong, miles de hombres y mujeres luchan en nombre de la democracia en todo el mundo, organizan manifestaciones, escriben proclamas, reclutan adherentes, algunas veces arriesgan a sabiendas su vida, se prenden fuego. Por ningún otro régimen –sostiene Pasquino–, por ningún otro ideal, nunca tantas personas de nacionalidades, colores, edades y géneros diversos, se han empeñado en hacerlo, conscientemente.
La conclusión remite a una confianza de última instancia en el sujeto colectivo, antes que en las élites o vanguardias esclarecidas o en el propio pensamiento especulativo: “Mientras los intelectuales se complacen en sus muy agudas críticas, los ciudadanos democráticos continuarán buscando soluciones dentro de la democracia, reformándola. Afuera solo hay caos”. Bobbio y Sartori, seguramente, estarían de acuerdo…
*Fabián Bosoer es politólogo y Editor Jefe de la sección Opinión de Clarín.
Europa busca su identidad política
G. Pasquino. Según el politólogo, cuando los partidos funcionan, la democracia es fuerte. La guerra contra el narcotráfico es regional, no individual, opina.
POR HECTOR PAVON
A Gianfranco Pasquino se le podría aplicar la categoría de “uno de los últimos politólogos”, un sobreviviente de su especie: “hoy no hay maestros”, sostiene. Il professore cosechó reverencias y elogios a su paso por el l° Congreso de Ciencia Política realizado en Mendoza recientemente, y luego en Buenos Aires cuando estuvo dando clases (como lo hace anualmente) en la sede local de la Universidad de Bologna. Pasquino fue alumno de Norberto Bobbio y de Giovanni Sartori. En esta entrevista el ex senador por el Partido Democrático de la Izquierda (ex PCI) traza un certero diagnóstico –un tanto preocupante– de la escena contemporánea.
–¿La Unión Europea está en crisis?
–La Unión Europea tiene problemas. Los problemas no son una crisis. Son problemas de crecimiento. Cuando existe una moneda común, debe existir una política económica común o compartida. Entonces, es necesario dar pasos para construir una política económica y una política social común también. Entonces no es una crisis que va a dar pasos de hoy para mañana. Pero eso es técnicamente posible, es difícil pero soy optimista. Hay políticos europeos que trabajan para construir un nuevo marco político.
–Vemos que la crisis que sacude a Grecia trasciende lo económico. ¿Cómo la califica usted?
–La crisis de Grecia es una crisis política, es decir, producto de la corrupción política de los políticos, de errores de los políticos griegos. Hay problemas económicos que fueron mayores porque los dirigentes griegos causaron los efectos negativos. Los problemas fueron magnificados por ellos y no por la gente, hubo manipulaciones de los políticos griegos.
–Angela Merkel fue caricaturizada en los medios y señalada como responsable de la crisis…
–Es una caricatura que no tiene ningún elemento de realidad. Primero porque no es la señora Merkel solamente, hay muchos jefes de gobierno en Europa que comparten su política. Finlandeses, holandeses, daneses, austríacos y, también, españoles. Los españoles se preguntan: por qué hicimos tanto sacrificio y los griegos no deberían también hacerlo. Hemos hecho los sacrificios y hemos, casi, resuelto la crisis española que fue producto de errores de los políticos españoles también y de expectativas muy altas de los ciudadanos. Entonces, los griegos deben resolver los problemas. La señora Merkel representa al gobierno del país más importante de Europa, pero las políticas europeas no son necesariamente solo las políticas de ella. Son compartidas por muchos otros países cercanos. La caricatura produce daños en la concepción de lo que debería ser la Unión Europea.
–¿Cómo cree que se aplica hoy en Europa el concepto de democracia de calidad?
–Europa tiene de democracia lo que es posible. Es decir, hay un Parlamento europeo elegido por los ciudadanos, pero hay un problema y es que hay un número bajo de ciudadanos que participan en las elecciones porque los partidos políticos no intentan movilizarlos. El Parlamento funciona democráticamente, evalúa lo que la Comisión hace y no hace, produce leyes y produce una integración difundida. El Consejo Europeo está conformado por jefes de gobierno. El problema es que ellos actúan en su país y no tienen organización europea. Las instituciones funcionan pero no hay suficiente transparencia en lo que hacen, ni se difunde información entre los ciudadanos. Es un organismo complejo que tiene problemas complejos y también de comunicación política.
–Mencionó los partidos políticos, ¿cómo se desenvuelven en este esquema de siglo XXI?
–En todas las democracias que funcionan bien hay partidos políticos que funcionan bien. Una de las razones del éxito de Alemania es que los partidos políticos alemanes han funcionado muy bien. Todos siendo gobierno, producen alternancia, cambios, líderes. Alemania ha tenido líderes políticos importantes. Y cuando los partidos no funcionan bien, la democracia tampoco funciona bien. Italia es un caso perfecto: malos partidos, malos líderes, una tradición que no está terminada. Cuando los viejos partidos decayeron, los nuevos partidos no aparecieron. Hoy por lo menos hay probablemente un solo partido, el resto son organizaciones electorales. El problema en Europa es que en algunos países, los partidos políticos son débiles. Quieren ganar las elecciones nacionales pero no tienen una política europea. Eso es malo. La razón por la cual la señora Merkel es muy fuerte es que los demócratas cristianos alemanes siempre fueron europeos. La unificación europea será el producto de la emergencia, de la aparición de líderes políticos dentro de sus partidos nacionales.
–¿Y a los italianos cómo les fue con las alianzas?
–Los gobiernos italianos siempre fueron de coalición. No se puede concebir la política italiana sin recordar lo que hizo De Gasperi –primer ministro desde 1946 hasta 1953– que creó una coalición de centro que produjo grandes reformas. La calidad de las coaliciones depende de la calidad de los partidos. En general, todos los países europeos tienen coaliciones de gobierno, con excepción de España, pero no es claro, porque los partidos nacionalistas de Cataluña siempre estuvieron apoyando los gobiernos. Aun en Inglaterra, desde 2010 hasta 2015, hubo una coalición de conservadores. Una coalición es mejor porque no hay extremistas y hay mayor representatividad de la sociedad.
–Esta nueva oleada de migrantes ha puesto a prueba la democracia europea…
–Los migrantes no son el problema. El mayor problema de Europa es la corrupción política. Tenemos un problema de drogas también, y también Italia tiene el problema del crimen organizado en algunas zonas del sur. Los dos verdaderos desafíos a la calidad democrática –y puede ser a la existencia de la democracia– son la corrupción política y el crimen organizado. En América, el tema del narcotráfico no puede ser resuelto dentro de un país. Debe ser resuelto a través de la cooperación entre muchos países y probablemente con Estados Unidos que es un gran mercado. La reducción del narcotráfico no puede ser resuelto sólo en la Argentina, en Paraguay, en Colombia ni en México. Tiene que resolverse a través de una cooperación latinoamericana con EE.UU.
–¿Y Obama? ¿Lo deja satisfecho su papel protagónico?
–Obama creó muchas expectativas políticas y ha sido un buen presidente pero no ha tenido mayoría en el Congreso y entonces fue obstaculizado por los republicanos que no tienen ninguna idea, sólo el poder negativo de obstruir. Ha hecho algo tremendamente importante, el tema del sistema de salud es un hecho absolutamente histórico. Ha producido dos acontecimientos internacionales que van a ser parte de su evaluación, el acuerdo con Irán y el fin del embargo de Cuba. Obama es un hombre inteligente, capaz, tengo una evaluación completamente positiva de su política y de las condiciones que existen en EE.UU.
–Usted vive en un país en el que la Ciencia Política ha tenido más importancia que en otros. Hubo una gran escuela con intlectuales como Maquiavelo, Gramsci, Sartori, Bobbio, ¿cuál es el estado hoy del estudio y la producción de pensamiento en la Ciencia Política?
–Hoy el estado no es muy político. Los jóvenes se especializan en algunos sectores políticos. No tienen una visión amplia de lo que la ciencia política es y lo que la ciencia política puede ser. No existe ningún Sartori, ningún Bobbio, ni un modelo de construcciones profesionales. Es decir, se escriben libros sobre un pequeño aspecto de la ciencia política, pero analizando todos sus detalles, tienen poco éxito. Pero esto no pasa sólo en la sociedad italiana, es la situación en general. En los años 60 y 70 existieron muchos politólogos verdaderamente importantes, maestros. Y hoy no hay maestros, en Italia no hay, probablemente haya dos o tres maestros en Europa y no veo ninguno en EE.UU., sí veo buenos profesionales de Ciencia Política. Por ejemplo, Guillermo O´Donnell que falleció hace tres años: él fue un maestro. ¿Hay un maestro argentino así hoy? Es un período en el cual esperamos algunos, pero no hay, al menos en Italia.
29/10/15