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Italia, el referéndum y los temblores #Clarín
El 4 de diciembre los italianos votarán “sí” o “no” en un referéndum sobre las reformas constitucionales deseadas por el gobierno de Matteo Renzi y hechas aprobar en su mayor parte con alguna ayudita de parlamentarios transformistas. Hay quien sostiene que, a la luz de las así llamadas “rebeliones de los electorados” contra las élites (como, en particular, el caso del Brexit), también este referéndum institucional terminará por dimensionar el complejo estado de desacuerdo de los italianos en la actual situación política y sobre todo económica. Es posible que este factor influya en el resultado, castigando al gobierno, pero los italianos saben muy bien cuál es la cuestión en juego. Ningún italiano, la mayoría de los cuales habría preferido a Hillary Clinton, se dejará influenciar, ni por el “sí” ni por el “no”, por la sorprendente victoria de Trump.
Las reformas no son muy importantes por cuanto no afectan realmente el modelo de gobierno parlamentario a la italiana. Se relacionan con el Senado, que no tendrá más el poder de otorgar o sustituir su confianza en el gobierno y no será más elegido por los ciudadanos sino nominado por los consejeros regionales. Eliminan el Consejo Nacional de Economía y del Trabajo, devenido sustancialmente inútil. Modifican en favor del Estado las relaciones entre el Estado y las regiones. Redefinen las modalidades en las cuales pueden solicitarse los referéndums y aprobarse sus resultados.
La campaña electoral comenzó nada menos que en abril y por lo tanto se ha hecho larguísima, áspera, rica en tensiones y conflictos que no cesarán siquiera después de la votación, costosa. El Presidente del Consejo ha personalizado al máximo el referéndum llegando prácticamente a plantear un plebiscito no sólo sobre “sus” reformas sino también sobre su persona. Incluso el ex presidente de la República Giorgio Napolitano, nunca antes conocido como reformador constitucional, y alineado de manera exagerada como defensor de las reformas, se vio obligado a declarar que el jefe del gobierno ha incurrido en un “exceso de personalización política”. La prensa extranjera, el JP Morgan y la agencia de calificaciones Fitch, la Confederación General de la Industria Italiana y el manager de Fiat Marchionne, el Corriere della Sera y la revista Civiltà Cattolica hasta llegar así al embajador estadounidense en Roma y al presidente Obama se han manifestado a favor de la aprobación de las reformas de Renzi.
¿Por qué? La motivación más probable es que en una fase política muy delicada de Europa una eventual inestabilidad italiana, derivada de la dimisión con que ha amenazado Renzi, provocaría problemas y perjuicios para otros países y para la misma Unión Europea. Técnicamente, sin embargo, ante la dimisión de Renzi, el Presidente de la República Mattarella estaría en condiciones de poner remedio muy rápidamente nombrando otro jefe del gobierno. Nadie puede creer que Renzi sea el único político italiano en condiciones de conducir el gobierno. Si así fuera la situación de Italia sería verdaderamente mala. Pero no lo es. De hecho ya circulan subterráneamente cuatro o cinco nombres de posibles sucesores. Es justo pensar en un futuro sin Renzi porque todos los sondeos ponen a la cabeza a los defensores del NO.
Rechazadas las reformas constitucionales, ¿el sistema político italiano se encontraría en grandes dificultades? La respuesta es negativa por muchas razones. La primera es que ninguna de las reformas de Renzi promete mejorar de manera significativa el funcionamiento del sistema político italiano. Así, es muy probable que el nuevo Senado -cuyas modalidades de formación no se conocen y cuyos deberes son delicados y difíciles: las relaciones con la Unión Europea y la validación de las políticas públicas (vale decir de los costos y de los efectos de las leyes)- no logre funcionar de manera adecuada.
Las relaciones entre el Estado y las autonomías locales serán seguramente conflictivos y demasiado a menudo deberán decidirse, aunque no sean resueltas, a través del recurso de la cláusula de supremacía estatal. A decir verdad, Renzi y su círculo mágico piensan, si bien no pueden decirlo claramente, que los problemas se podrán encarar todos gracias a la ley electoral, que no es objeto del referéndum y que atribuye a quien vence en el balotaje 340 escaños en la Cámara de Diputados, vale decir una mayoría segura de los 630 diputados.
Precisamente sobre los puntos que Renzi subraya como decisivos en su intensísima y personalísima campaña electoral es posible tener juicios diferentes. La reforma no simplifica el proceso de formación de las leyes cuyo número, en el mejor de los casos, habría de disminuir mucho. Reduce poquísimo los costos de la política, pero aumenta la posibilidad de conflictos entre las instituciones: Senado y Cámara, consejos regionales y senado, autonomías locales y Estado.
En suma, la victoria del “sí” no mejorará de hecho el funcionamiento del sistema político italiano, sino que lo empeorará. Los partidarios de Renzi replican que la victoria del “no” hará imposible cualquier reforma por al menos otros diez años. Es una afirmación exagerada, quizás errónea. Si después de ocho meses de debate los protagonistas políticos han aprendido algo, como deberían, podrán relanzar un proceso reformador partiendo de posiciones compartidas más avanzadas. Casi seguramente, la victoria del “sí” estará seguida de conflictos y confusión. Solo la victoria del “no” garantiza que, por causa de reformas mal hechas, la situación no se revelará peor que la actual y que será posible hacer mejor las cosas con acuerdos de alto nivel. En ambos casos, los italianos sabrán cómo superar el difícil momento. Han sabido hacerlo ya más veces en el pasado.
17/11/2016 Publicado en Clarin.com
Eccome se esiste un NO positivo
Nello schieramento del NO non si trova, come, fra gli altri, ha sostenuto Ernesto Galli della Loggia (Referendum, la doppia battaglia, “Corriere della Sera”, 5 novembre) , tutto il male, passato e futuro, del paese. Non si trovano tutti quelli che non hanno mai fatto niente (che cedimento alla propaganda renzian-boschiana!), tutti quelli che hanno approfittato di chi sa quali privilegi dati loro dalla Costituzione vigente. Rileggere la storia di questo paese permetterebbe di giungere a una valutazione molto più equilibrata. Guardare alle modalità simil-plebiscitarie con le quali il capo del governo ha impostato la sua lunghissima e conseguentemente costosissima campagna referendaria dovrebbe quantomeno portare a qualche critica. Infine, esplorare in maniera selettiva il background degli oppositori delle riforme e di una legge elettorale talmente discutibile che persino i loro facitori si mostrano oggi disponibili a cambiarla dovrebbe imporre una discussione sul merito.
Purtroppo, Galli della Loggia ha seguito un’altra già spesso battuta strada, sulla quale, però, personalmente, non sono affatto disposto a seguirlo. Dunque, non chiederò a nessuno dei sostenitori del sì, neppure ai riformatori parlamentari e al Presidente Emerito Giorgio Napolitano, quali sono state le loro precedenti prese di posizione sulla necessità di ritoccare la Costituzione. Non chiederò con quali conoscenze, magari comparate, sono giunti all’elaborazione di quanto, in maniera del tutto irrituale, hanno fin dall’inizio affermato che avrebbero sottoposto al non richiesto vaglio referendario. Non andrò neppure a sottolineare strane convergenze fra quotidiani, come il Corriere e il Foglio e fra la Civiltà Cattolica, alcune banche, agenzie di rating e la Confindustria, meno che mai a chiederò loro quali riforme ritengono effettivamente non soltanto azzeccate, ma indispensabili.
Almeno a grandi linee, tuttavia, qualche quesito meriterebbe meditate risposte, sul contenuto. Il bicameralismo italiano, che ha regolarmente prodotto più leggi di quello francese, inglese, tedesco, deve essere riformato perché è meno efficiente di quei bicameralismi? Oppure, forse, bisognava andare verso una sana delegificazione di cui non v’è traccia alcuna nelle riforme? La governabilità, fenomeno che i riformatori sostanzialmente declinano come stabilità del governo, creato e potenziato da un cospicuo premio in seggi, non dovrebbe quanto meno contenere qualche riferimento a meccanismi più trasparenti e anche più incisivi, ad esempio, il voto di sfiducia costruttivo, alle origini della grande stabilità dei Cancellieri e dei governi tedeschi? Ma davvero il problema delle democrazie contemporanee è la loro ingovernabilità piuttosto che la loro capacità di offrire e garantire rappresentanza politica ai loro elettorati? Sapere rappresentare quegli elettori e consultarli, non offrendo disintermediazione, ma con forme di intermediazione, che sono la peculiarità positiva delle democrazie? Se si cambiano gli equilibri tra parlamento e governo non bisognerebbe cercare e innestare altri effettivi contrappesi poiché fra i compiti del parlamento sta anche quello di monitorare e controllare l’attività del governo, di quello che fa, non fa, fa male piuttosto di chinare la testa e votare la fiducia su decreti omnibus oppure correre su corsie preferenziali per incocciare votazioni a data certa?
Se, come ha scritto, nient’affatto autorevolmente, la banca d’affari JP Morgan, le costituzioni dell’Europa meridionali sono “socialiste”, qualcuno dei facitori e dei sostenitori delle riforme costituzionali è davvero disposto a sostenere che queste riforme conducono nella direzione di una costituzione liberale? Il marchio, l’imprinting di una costituzione liberale consiste nel dare più forza al governo o nel provvedere freni e contrappesi? nel consentire il massimo di autogoverno ai poteri locali o nel fare ricorso alla clausola della supremazia statale? Nel sostenere, con grande sprezzo della storia del costituzionalismo liberale, che bisogna dare vita ad una, altrove inesistente, democrazia “decidente”, aggettivo che non compare mai negli indici dei nomi dei più importanti testi sulla democrazia a cominciare dall’indimenticabile classico di Giovanni Sartori, Democrazia e definizioni? Mettere in evidenza tutti questi aspetti, proprio di merito, fa di coloro che argomentano il no dei retrogradi che bloccano lo sviluppo del paese e trasforma i riformatori negli avanguardisti delle “magnifiche sorti e progressive”? Credo proprio di no.
Brancaleone e il “no” che risuona argentino
di Gianfranco Pasquino e Marco Valbruzzi
Messo da parte, almeno temporaneamente, l’elisir plebiscitario al quale quasi tutti i sostenitori del “sì” si sono abbeverati, adesso la discussione è tornata sul merito. Almeno così affermano i corifei del “sì”. Dopo che Giorgio Napolitano, seppure molto tardivamente, ha denunciato in maniera felpatissima la propaganda di Renzi, caratterizzata “forse, da un eccesso di personalizzazione politica”, i sostenitori del disegno di revisione costituzionale hanno beatificato il loro statista Renzi perché – udite udite – si è corretto. Pazzesco. Vedremo fino a quando. Ancora inebriati da quel potente elisir, o forse ricordando un esemplare articolo, definibile solo come character assassination, scritto da una coppia di professori di scienza politica a Bologna, Sergio Fabbrini cerca, ricorrendo a qualche mediocre sarcasmo, di fare di meglio. Scopre che i sostenitori del “no” sono un’Armata Brancaleone (quale originalità!). Continuando la discussione sul merito, scrive, ma non è il primo, che i “no” sono degli irresponsabili anti-italiani che non hanno fatto nulla di buono nel passato e che scasserebbero il paese se vincessero. Della stupefacente omogeneità dello schieramento del Sì (Il Foglio e Civiltà Cattolica, il Corriere e Il Sole 24 Ore, la Confindustria e i suoi pregevoli algoritmi, Arturo Parisi e Denis Verdini, Marcello Pera e Cesare Damiano, con la ciliegina di JP Morgan sulla quale vale la pena di soffermarsi) nulla ci dice il professore della LUISS. Pazienza.
Il merito, come hanno capito prima di tutti i notissimi professoroni della JP Morgan, riguarda la trasformazione delle Costituzioni socialiste dell’Europa meridionale. Cestinarle, dicono quei professoroni anonimi, senza curarsi del punto, effettivamente di merito, che nell’Assemblea Costituente italiana c’erano fior fiore di liberali, repubblicani, azionisti e socialisti né catto né comunisti. Naturalmente, sempre restando sul merito, ridimensionare il Senato (ma i comunisti volevano il monocameralismo: che non abbiano vinto allora, ma stiano per vincere adesso?), abolire il CNEL, introdurre qualche referendino in più, accentrare poteri nello Stato (ma non erano i comunisti quelli che miravano all’accentramento del potere politico?), è inoppugnabile che le riforme renzian-boschiane faranno diventare la Costituzione italiana un moderno palinsesto liberista applaudibile anche dall’allarmato/ista Ufficio Studi della Confindustria. Però, chiedere politiche keynesiane all’Unione Europea proponendo come vessillo una riforma sedicente liberista appare non propriamente convincente. Comunque, vorremmo fare sapere a JP Morgan che ha sbagliato bersaglio: il cattocomunismo non sta nella seconda parte della Costituzione, ma nella prima. Sono i diritti civili, politici e sociali, che Renzi e i suoi giurano di non toccare, la vera eredità del cattocomunismo, ovvero, meglio dell’elaborazione ampia e pluralista, condivisa dai nove decimi dell’Assemblea, che ha portato alla Costituzione italiana.
Non è chiaro in quale dei molti testi da lui compulsati, il Fabbrini abbia scoperto le ambizioni che lui attribuisce al molto composito schieramento del “no”: dare vita a un nuovo governo. Non è affatto così. Il NO vuole sconfiggere riforme di bassissimo profilo, ma dannose, che produrrebbero conseguenze molto negative sul funzionamento del sistema politico italiano e che inquinerebbero la vita politica italiana per anni e anni. Il “no” pensa che non esiste nessun uomo della provvidenza né oggi né domani e che il Parlamento italiano, se Renzi e i suoi non si metteranno di traverso (pazzesco), è in grado di dare vita a un nuovo governo a guida legittimamente espressa dal partito che ha la maggioranza parlamentare, il PD. Anche questo è il merito.
Infine, è sempre utile ricordare a tutti, soprattutto agli ulivisti della prima e della seconda ora, che da questo progetto di revisione costituzionale non emergerà alcuna fantomatica “democrazia governante” né, tantomeno, una democrazia maggioritaria e competitiva. Non saranno le elite negative, per di più argentine, evocate da Fabbrini, a riproporre un ritorno all’Italia proporzionalista. Anche perché questo nostalgico ritorno al passato lo dobbiamo, da ultimo, alle giovani élite fiorentine che, in compagnia dei loro gigli magici, hanno approvato una legge elettorale di ispirazione e stampo proporzionalista, che garantirà diritto di tribuna e di veto anche alle più piccole minoranze, disponibili (loro sì!) alla consociazione appena la maggioranza di turno darà segni di cedimento. Col “sì” si chiude la transizione istituzionale italiana riportando indietro le lancette dell’orologio di oltre venti anni. Col “no” si tiene aperta la porta a riforme migliori, provando a restituire al cittadino lo scettro e il fischietto (nostro omaggio a Roberto Ruffilli e al suo libro Il cittadino come arbitro).
Pubblicato il 21 ottobre 2016 su il Mulino online
Serve un No Positivo 14ottobre ore 21 a Guastalla #ReggioEmilia
Per una buona riforma. Per migliorare la qualità della politica e della vita
14 ottobre ore 21
Centro sociale 1° Maggio
viale Di Vittorio 2/A
Guastalla
Un sano e consapevole NO
Due mesi in più di campagna elettorale per il referendum del 4 dicembre “obbligano” i quotidiani a fare incetta di interviste e i maîtres à penser a dare fondo alle loro, talvolta malferme, opinioni. Dallo storico comunista esperto di Gramsci, Beppe Vacca, oggi coordinatore dei Comitati per il sì nel Lazio, qualcuno potrebbe aspettarsi un po’ di rispetto per la, seppur breve e recente, storia del referendum e qualche affermazione fondata sul merito delle riforme (“Corriere della Sera”, 3 ottobre, p. 4). In barba a qualsiasi citazione (qui, faccio la mia: ho scritto di plebiscitarismo renziano già il 14 maggio, se non addirittura prima; Napolitano ci è arrivato “forse eccesso di personalizzazione politica”, ad agosto), Vacca sostiene che “è stata l’opposizione a farne un referendum sul governo”. Dimostrando invidiabili cognizioni costituzionali, Vacca giunge quasi a lodare l’opposizione che, bontà sua, il fronte del NO non è fatto di “stupidi” e quindi lavora “per fare scendere il quorum” (che, però, nei referendum costituzionali, non esiste proprio).
I sostenitori del sì, molti dei quali sono adesso indaffaratissimi a modificare l’Italicum, già ripetutamente dichiarata la legge che tutta Europa c’invidia e che metà Europa imiterà, saranno sorpresi dall’apprendere dalle parole di Vacca, che “il Parlamento com’è stato ridisegnato dalla riforma è compatibile con qualsiasi legge elettorale”. Il problemino è che, se vince il NO, sarà assolutamente indispensabile elaborare anche la/una legge elettorale per il Senato che impedisca l’eventualità di maggioranze diverse Camera/Senato. Nel frattempo, proprio per evitare di pronunciarsi su una legge elettorale che gli stessi autori vorrebbero cambiare o saranno costretti a farlo, la Corte Costituzionale ha rimandato la sua sentenza sull’Italicum. Invece di occuparsi di quanto, capilista bloccati e candidature multiple, comprime in maniera inaccettabile, forse, anticostituzionale, la rappresentanza politica, sembra che l’inciampo sia il premio di maggioranza, unico strumento disponibile agli elettori per designare e premiare il vincitore.
Che il capo del partito che ottiene premio e maggioranza assoluta debba essere designato Presidente del Consiglio dal Presidente della Repubblica che perderebbe così il potere costituzionale di nomina e che, se in controllo della sua maggioranza parlamentare, potrebbe anche imporre ad suum libitum lo scioglimento della Camera togliendo il relativo potere al Presidente della Repubblica, non sono fenomeni che inquietano Beppe Vacca. Il premier non si prenderà “tutto”. Infatti, comunque, le riforme costituzionali “allargano la partecipazione democratica” magari, direi, limitandosi a restringere la partecipazione elettorale: provincie sparite, Senato nominato. “Garantiscono maggiore efficienza del Parlamento” , ma se efficienza vuole dire fare più leggi in meno tempo, tutti i dati numerici, dei quali nessuno dei sostenitori della riforma si cura, rivelano che il bicameralismo italiano è già il più efficiente dei bicameralismi europei. E non siamo in grado di prevedere quanti e quali conflitti si avranno fra Senato e Camera, conflitti quasi inevitabili date le molte/troppe procedure diverse necessarie per l’approvazione delle leggi. Le riforme, secondo Vacca, “eliminano la legislazione concorrente tra governo centrale e Regioni”, che, presumibilmente, è la preoccupazione dominante fra i cittadini italiani, alcuni dei quali, però, avrebbero forse voluto vedere sparire le regioni a Statuto speciale, accorpare alcune regioni già chiaramente incapaci di autogoverno, introdurre il principio di sussidiarietà piuttosto di quello della supremazia statale che, incidentalmente, rafforza proprio i poteri del premier.
Vacca conclude che, per fortuna dei sì, “se l’elettore si interessa e discute del merito, capirà che il dominus del referendum è lui”, ma, se ha davvero approfondito il merito, fuori dalle semplicistiche e fuorvianti affermazioni propagandistiche, finirà, questa è la mia argomentata opinione, proprio per votare un sano e consapevole “no”.
Pubblicato il 3 ottobre 2016
NO positivo Per la Costituzione Per buone riforme Per migliorare la politica e la vita

NO positivo Per la Costituzione Per buone riforme Per migliorare la politica e la vita (edizioni epoké)
edizioni epoké 2016
INTRODUZIONE
Storia, memoria, Scienza Politica, CostituzioneDa più parti mi hanno detto che, finito il persino troppo lungo intervallo nel quale molti si vantavano delle riforme del governo o le deprecavano soltanto in base alla loro posizione/preferenza politica, è diventato possibile cominciare una vigorosa discussione sul merito delle riforme. D’altronde, è da sempre che noi italiani siamo famosi per discutere pragmaticamente su fatti e cifre, non fumosamente su cosiddetti pii desideri e complotti immaginari. Ha cominciato Matteo Renzi a dire che queste non sono le sue riforme. Ha chiarito che le riforme sono sue e di Giorgio Napolitano. Il messaggio non è ancora giunto al Ministro Boschi che sostiene che queste sono le riforme del governo approvate dopo faticose discussioni dal Parlamento, ma criticate da coloro, oscurantisti che vengono dal Medioevo, che non rispettano il lavoro del Parlamento e che vorrebbero addirittura farle cadere con il referendum, lo strumento opportunamente previsto dai Costituenti affinché i cittadini valutino l’operato del Parlamento. Neanche questa, però, sembra essere lontanamente una critica sul merito. Inoltre, al Ministro sfugge la differenza, non proprio marginale, che non è stato il Parlamento in quanto tale a fare le riforme, ma una maggioranza neanche troppo convinta di sé.
Sempre fuori merito e anche fuori misura sono arrivati tre diversamente noti sostenitori del “sì”. È arrivata la bordata, assolutamente sul merito, dell’economista Salvati, «chi vota contro le riforme vota contro il paese». Questa meritoria posizione era stata anticipata dal filosofo Massimo Cacciari che voterà sì anche se le riforme non gli piacciono, motivato da «sensibilità repubblicana». Almeno temporaneamente al coro possente di questi sì derivanti da pensose riflessioni sul merito si è accodato il sociologo Arturo Parisi. Voterà sì perché quelle del Renzi e della Boschi sono le riforme dell’Ulivo, meglio le riforme che l’Ulivo non ha fatto e, per quel che si ricorda, che nessuno degli ulivisti ha effettivamente provato a fare. Anzi, gli ultimi rimasti fra i dalemiani potrebbero persino sostenere che Prodi e i suoi collaboratori non furono certo i più agguerriti sostenitori della Commissione Bicamerale per le Riforme Istituzionali (1997-1998).
La memoria degli italiani non è mai lunga tranne quando si tratta di regolare dei conti. La conoscenza della storia, neppure di quella recente, non è mai approfondita. In questo piccolo libro ho raccolto articoli scritti nell’arco di sei mesi, pubblicati in sedi diverse, che ringrazio, che mirano a sollecitare la memoria anche rammentando, in maniera non pedante, un po’ di storia. Non intendo certo scrivere la mia storia di “riformatore istituzionale”, ma neanche cancellarla e fare finta che sono un parvenu. Al contrario, sono orgoglioso di ricordare una traiettoria coerente che va da Restituire lo scettro al principe. Proposte di riforma istituzionale (Laterza 1985), passa attraverso Le istituzioni di Arlecchino (Napoli, ScriptaWeb, 2008, 5° ed.) e approda temporaneamente a Cittadini senza scettro. Le riforme sbagliate (Egea-UniBocconi 2015). Molto, come si conviene ad un dibattito sul merito, che personalmente ho preso molto sul serio, si trova lì.
Qui, invece, gli articoli raccolti si situano sul piano della critica, anche della polemica, politica, augurabilmente utile, talvolta più che doverosa, mai dimentica di quello che ho imparato e che, come studioso di scienza politica, posso orgogliosamente affermare di sapere. Aggiungo e chiudo che il sapere della scienza politica, come ha ripetutamente scritto Giovanni Sartori, è un sapere applicabile. Facendo tesoro di questo insegnamento che, purtroppo nella scienza politica italiana è stato recepito poco e molto male, non ho rinunciato, tutte le volte che mi pareva potesse servire, a introdurre e spiegare le alternative praticabili alle riforme del governo e del Partito Democratico. Con l’immobilismo istituzionale il mio “no” non ha proprio nulla a che vedere. È un “no” a riforme da cancellare per fare riforme buone che migliorano il funzionamento del sistema politico italiano e, con un po’ di sana retorica, anche la vita, non dei governanti e rappresentanti, non della classe politica, ma dei miei concittadini.
Bologna, un giorno del tranquillo agosto 2016
Ma non ha più i consensi della sinistra
Intervista raccolta da Annalisa Cuzzocrea per la Repubblica
Roma. Gianfranco Pasquino, professore emerito di Scienza politica all’Università di Bologna, crede – al contrario di Matteo Renzi – che su questo referendum “la linea più forte di divisione passi dentro la sinistra“.
Non si vince a destra, quindi?
No, perché molta parte della sinistra è contraria a questa riforma, a una legge elettorale che l’ha privata della possibilità di scegliere il suo parlamentare. E non apprezza lo stile del presidente del Consiglio.
È il fronte del No a personalizzare come dice il premier? Eterogeneo ma unito dalla voglia di buttarlo giù?
Fermo restando che anche il fronte del Sì è parecchio eterogeneo, è stato Renzi ad assumere un atteggiamento anche ricattatorio dopo l’approvazione della riforma. Poi è intervenuto il presidente emerito Giorgio Napolitano che ha detto “forse c’è stato un eccesso di personalizzazione politica”. A quel punto il premier si è fatto indietro, ma ora sta rilanciando.
Siete un “fortino” di conservatori?
Tra chi dice no ce ne sono senz’altro, ed essere conservatori costituzionali non è proprio il peggiore dei peccati. Ciascuna riforma però va valutata per quello che: io sono favorevole al superamento del bicameralismo paritario, fatto così però crea solo confusione e conflitti. E sulle regioni, la soluzione è ristrutturarle in maniera efficace e magari eliminare l’assurdità dello statuto speciale, non riaccentrare tutto. Poi si sa, la partita non finisce il 4 dicembre come vuole far credere Renzi. Ci sarà una rivincita, il Parlamento potrà prendere atto del risultato. In democrazia, nessuno perde mai tutto e nessuno vince mai tutto.
Pubblicato il 30 settembre 2016
Guerra? No, i toni li alzano quelli del Sì
Intervista raccolta da Silvia Truzzi per il Fatto Quotidiano
“Serie incognite” se vince il No? Renzi dovrebbe chiedere a Mattarella di fare un nuovo governo: non vedo drammi
“Guerra”, c’informa il direttore di Repubblica, è la parola che più spesso è stata evocata durante il suo colloquio apparso sul giornale di ieri con Giorgio Napolitano.
Abbiamo chiesto al professor Pasquino, professore emerito di Scienza politica dell’Alma Mater schierato per il No, cosa pensa delle dichiarazioni “pacifiste” del presidente emerito.
“Ci sono errori di partenza. È stato l’esecutivo, dall’inizio, a chiedere il referendum che invece secondo l’articolo 138 è uno strumento agibile da 5 consigli regionali, un quinto dei parlamentari e 5OOmila elettori. Il governo doveva dire: noi facciamo la riforma, il Parlamento la approva e gli oppositori facciano il loro mestiere”.
Napolitano ha detto: “Forse bisogna riflettere se fu giusto prevedere nell’apposita mozione parlamentare, la facoltà di sottoporre comunque a referendum il testo di riforma”.
Il referendum è una possibilità accordata alle minoranze dalla Costituzione, non è una concessione. E uno strumento, tecnicamente, oppositivo.
Secondo il Presidente, Renzi ha sbagliato a personalizzare, ma è ingiustificabile anche la personalizzazione alla rovescia operata dalle opposizioni “facendo del referendum il terreno di un attacco radicale a chi guida il Pd e il governo del Paese”
È sbagliata la sequenza. Renzi ha rivendicato le riforme e ha ripetutamente affermato che in caso di sconfitta si sarebbe dimesso. Da subito, nei miei interventi, ho usato la parola plebiscito. Tanto è vero che Napolitano mi ha chiesto, a voce, ragione di questo termine. E poi lui, in un’intervista alla Stampa, ha parlato di “eccesso di personalizzazione”. Tutto parte dal premier.
“La riforma non è né di Renzi né di Napolitano”.
Il ministro Boschi e lo stesso Renzi hanno detto che è stato il Capo dello Stato, nel conferire il mandato al governo, a chiedere le riforme. Dopo di che io gli chiedo: sono queste le tue riforme? Avresti fatto esattamente queste riforme? Ne dico una: ti riconosci nel fatto che il Presidente della Repubblica nomina 5 senatori in una Camera che dovrebbe essere delle Regioni e rappresenta gli enti territoriali e non la Nazione? Dovrebbe rispondere punto per punto. E non lo fa.
Secondo Napolitano, “mettere a rischio la continuità del governo oggi espone il Paese a serie incognite”. La cosa è diventata più grave dopo il referendum britannico.
Il governo inglese ha risolto il problema in due settimane! E se vincesse il No, Renzi non dovrebbe far altro che andare da Matterella e dirgli di formare un nuovo governo, con la stessa maggioranza, ma con un presidente del Consiglio diverso. Non vedo drammi.
Insomma, c’è questa guerra o no?
No, guerra no. Sento toni sopra le righe, e più dalla parte del Sì. Non capisco l’esasperazione: dopo dovremo comunque convivere. Ricordo un deplorevole articolo firmato da Salvatore Vassallo ed Elisabetta Gualmini, in cui si diceva che tra i firmatari del manifesto per il No 14 erano stati giudici costituzionali e dieci avevano goduto delle vorticose rotazioni alla presidenza della Consulta basate sull’anzianità e sono “emeriti”, con annessi privilegi. E facevano notare che, tra questi supersaggi, l’età media supera gli 81 anni. Cioè vecchi illustri, carichi di onori e forse anche di denaro: uno dei punti più bassi toccati dalla propaganda del Sì.
Pubblicata l’11 settembre 2016
Mater semper certa est. Manca il pater
Renzi ha appena finito di urlare alla Festa dell’Unità di Reggio Emilia che un voto NO nel referendum non sarebbe contro di lui, ma contro Napolitano, il vero fautore e autore delle riforme. Caduta, almeno temporaneamente la richiesta di plebiscito su se stesso, Renzi la sposta su Napolitano. Il Presidente Emerito si affretta a chiedere un’amplissima intervista a “la Repubblica” e, naturalmente, l’ottiene. Senza sconfessare Renzi e richiamarlo al rispetto istituzionale, solennemente dichiara che le riforme costituzionali non sono né di Renzi né di Napolitano. Poi insiste che bisogna votarle altrimenti, ma questo lo scrivo io assumendomene le responsabilità, arriveranno Unni e Visigoti accompagnati da altre maledizioni. Peccato che, nel frattempo, un po’ lento a reagire il composito schieramento dei parlamentari del Partito Democratico, degli opinionisti, ricchi di opinioni e poveri di documentazione, e dei professorini fiancheggiatori pronti a entrare o tornare in Parlamento, continuino a ripetere che, sì, quelle riforme furono volute, anzi, imposte da Napolitano al Parlamento sostanzialmente come condizione per accettare la rielezione.
Quante altre grida renziane e quante altre interviste napolitane dovremo attendere per conoscere la verità? Però, almeno una verità già la conosciamo e abbiamo il dovere di diffonderla. Del merito delle riforme e delle loro conseguenze operative praticamente non si discute. Si sostiene che il Parlamento le ha esaminate in tot (ci sono divergenze su quante sono effettivamente state) letture. Si sottolineano i voti favorevoli delle sciagurate, magari un po’ coartate (già il coraggio che non ce l’ha non se lo può dare) minoranze del PD. Si esalta la magnifica spinta e progressista dei riformatori Renzi-Boschi dopo trent’anni e più di immobilismo come se, fatti provati e noti, nel 2001 il centro-sinistra non avesse approvato una profonda riforma del Titolo V (autonomie) e nel 2005 il centro-destra non avesse riformato addirittura 56 articoli di una Costituzione che ne ha 139. Entrambe furono riforme malfatte, la seconda facilmente bocciata dal referendum.
Naturalmente, neppure la presunta novità di riforme non proprio originali e propulsive può essere considerata una discussione sul merito né potrebbe giustificare riforme malfatte. Bontà sua, Napolitano concede, alquanto tardivamente, che bisogna riformare l’Italicum. I renziani buttano la palla in un Parlamento nel quale hanno la maggioranza, mentre in articoli e dibattiti i loro professorini di riferimento si affannano a dichiarare che l’Italicum, da loro apprezzato e giustificato in tutte le salse, non c’entra nulla con le riforme costituzionali. Ma come? conoscere le modalità con le quali sarà eletta l’onnipotente Camera dei deputati sarebbe ininfluente tanto rispetto alla valutazione delle specifiche riforme quanto sul funzionamento complessivo del sistema politico? Dal voto degli elettori, male tradotto dall’Italicum, non dipende il potere dei rappresentanti e dei governanti?
In corso d’opera e in attesa della fissazione della data del referendum, il non compianto Ministro Antonio Gava, suggerirebbe di fissarla prima dell’inizio della stagione sciistica, si fa balenare, anche dal Presidente Napolitano, che la bocciatura delle riforme, del cui “merito” quasi nulla si dice, sarebbe grave per la credibilità e l’affidabilità del paese aprendo una fase d’instabilità. Dismessi i panni dell’agitatore plebiscitario, il Presidente del Consiglio potrebbe dichiarare solennemente ad una prossima Festa dell’Unità che, immediatamente dopo la vittoria del No, si recherà da Mattarella a dare le dimissioni e che, da statista interessato alle sorti del suo paese, rassicurerà i mercati, e collaborerà fattivamente alla formazione di un nuovo governo. Il resto sta nelle mani e nella mente di Mattarella. Ci sarà modo di parlarne.
Pubblicato il 10 settembre 2016
Le ragioni del No. Intervista a Gianfranco Pasquino
Raccolta da Iacopo Gardelli per Ravennanotizie.it
Una chiacchierata con Gianfranco Pasquino, professore emerito di Scienze Politiche dell’Università di Bologna, per sapere meglio che cosa c’è in ballo col referendum costituzionale di ottobre e per capire le ragioni del “no”
Il Parco John Lennon di Mezzano è frequentato più da bugs che da beatles. Libellule, zanzare e altri esseri con le antenne per cui mi mancano le parole ci svolazzano intorno, ma a lui non sembrano affatto dare fastidio, anzi. Il professor Gianfranco Pasquino siede serafico sotto il chiosco, le lenti fotocromatiche dei suoi occhiali celano il suo sguardo. Risponde alle domande con un aplomb e una pacatezza che potrebbero essere orientali, se non fosse per il signorile accento piemontese.
In attesa della sua moderatissima piadina con “cotto e una foglia d’insalata”, ci prepariamo all’incontro pubblico che si terrà a pochi metri da qui. Con noi ci sono gli amici del Gruppo dello Zuccherificio, Massimo Manzoli e Andrea Mignozzi che, assieme al Comitato per il No alle Riforme Costituzionali e all’Italicum e all’ANPI di Mezzano, hanno organizzato questa serata per approfondire le ragioni di chi sostiene il no alla riforma costituzionale; la stessa riforma per cui Renzi si sta giocando, almeno a parole, la scadenza naturale di questa legislatura.
Partiamo da qui. Pochi giorni fa ho sentito a Otto e mezzo il professor Massimo Cacciari sostenere il sì con questa argomentazione, a detta sua repubblicana: nel caso vincesse il no alla riforma costituzionale, proprio per questa scelta renziana di legare gli esiti della votazione al mandato governativo, si aprirebbe un periodo di crisi politica difficilmente gestibile dal Parlamento italiano e dal Presidente della Repubblica. Una scelta fatta a malincuore, ma una scelta di responsabilità: repubblicana, appunto. Lei, che è un convinto sostenitore del no, che cosa risponderebbe a Cacciari?
(Pasquino scuote sconsolato la testa) “Rispondo che sta inanellando una serie di stupidaggini. Per vari motivi. Primo, perché il referendum è in merito a una riforma costituzionale fatta dal Parlamento e non dal Governo; secondo, perché se il Presidente del Consiglio personalizza la campagna referendaria non si sta semplicemente esprimendo sul referendum, ma sta chiedendo un plebiscito sulla sua persona. Questa cosa gli è già stata troppo blandamente rimproverata dal presidente Napolitano, che dovrebbe saperne di più, e che si è limitato a dire che ‘il Presidente del Consiglio non deve personalizzare’; anche se l’espressione giusta sarebbe stata: ‘non deve chiedere un plebiscito’. E non deve neanche minacciare o ricattare gli elettori, dicendo ‘se non votate le mie riforme, vi lascio in una situazione molto complicata’, ricatto nel quale il professor Cacciari, evidentemente, cade. Terzo, perché non tocca al Presidente del Consiglio dire che cosa succede dopo la consultazione: nel caso venisse sconfitto nel referendum, la parola passerebbe al Presidente della Repubblica, che deve esplorare la possibilità di un’altra maggioranza in Parlamento: ed è possibile che ci sia. E infine, si è visto mai che in questo paese possa esistere un’unica persona in grado di fare il Presidente del Consiglio? Io credo che ce ne siano almeno altre quattro o cinque che potrebbero avere la maggioranza e la fiducia al Parlamento, nonché la capacità di fare riforme migliori e meno divisive.”
Non voglio fare l’ermeneutica di Cacciari, ma glielo chiedo lo stesso: secondo lei il filosofo è in cattiva fede quando sostiene che la crisi non sarà gestibile?
“Cacciari non è in cattiva fede. Cacciari è diventato incredibilmente renziano, perché è contro la vecchia guardia del Partito Comunista – della quale peraltro lui ha fatto parte. E soprattutto non ne sa abbastanza. Sta parlando di argomenti che non conosce. L’ho già rimproverato duramente sul Fatto Quotidiano, evidentemente nessuno ha portato alla sua attenzione la mia critica, però persiste nell’errore. Non è un compagno che sbaglia, ma un compagno che persevera nell’errore.”
Diabolico. Ma entriamo nel merito: se dovesse convincere un elettore indeciso con due argomenti per il no, quali sceglierebbe?
“Il primo: questa riforma costituzionale è disorganica e sbagliata. L’unica cosa che tocca veramente è il Senato, ma il Senato non è il problema che rende difficile il governo in Italia. Erano altre le cose si potevano fare, ma Renzi ha candidamente dichiarato che ‘non gliele avrebbero lasciate fare’. Eppure mi pare che avesse una maggioranza e una grinta che avrebbe potuto usare meglio per imporre un’altra e migliore riforma. Insomma, la riforma del Senato è da un lato pasticciata e dall’altro confusa. Pasticciata nella composizione del Senato: 74 rappresentanti non si sa bene scelti come, perché non è stato deciso il verbo: “nominati” o “designati” dai Consigli Regionali. Ma non sappiamo se devono essere già dentro i Consigli Regionali o se devono essere eletti prima, dagli elettori quando eleggono il Consiglio Regionale. Poi 21 rappresentanti dei Comuni: ma non sappiamo se devono essere i Comuni capoluogo di Regione, o se verranno scelti dai Comuni stessi o dai consiglieri comunali; e infine 5 senatori nominati dal Presidente della Repubblica. Incredibile! In una Camera delle Regioni uno si chiede per quale ragione il Presidente della Repubblica debba nominare 5 senatori. Fra l’altro, l’articolo costituzionale sui senatori a vita recita ‘per meriti artistici, sociali, letterari o scientifici’. Qui bisognerebbe aggiungere ‘per meriti federalisti’: ma sfido chiunque a trovare 5 grandi federalisti in questo paese, finiti con la morte di Gianfranco Miglio, fondamentalmente.”
Capito il pasticcio. Ma per quanto riguarda la confusione?
“Dal punto di vista delle competenze questa riforma è sostanzialmente confusa: non è chiaro quali leggi saranno soltanto di competenza della Camera; non è chiaro quanto il Senato potrà richiamare alcune leggi; e non è chiaro quali saranno i conflitti dal momento in cui qualcuno solleverà dubbi sulla legittimità di questi confini; la Corte Costituzionale, infatti, è già in allarme, perché teme una serie di ricorsi inaudita, come peraltro è già successo in questo periodo. Siamo di fronte ad una situazione che non risolve praticamente nulla. Ma perché? Perché tutto questo è basato su una premessa che è sbagliata, ovvero che il bicameralismo italiano, che è paritario (se mi dice perfetto, l’intervista finisce qui), non è mai stato di ostacolo ai governi. Il bicameralismo italiano fa mediamente più leggi degli altri bicameralismi importanti: quello tedesco, quello francese, quello inglese e quello americano.”
Quindi l’argomento della lentezza pachidermica del Senato è pura retorica?
“Non è retorico: è una manipolazione, oppure è il prodotto di ignoranza. Nessuno di loro ha letto i documenti che potrebbero avere dai funzionari del Senato, persone di eccellente qualità. Ma passiamo al secondo motivo che mi ha chiesto. Con questa riforma, a un Senato di 95 persone, elette indirettamente, si affida non solo la riforma della Costituzione, ma anche l’elezione di ben due giudici costituzionali. 630 deputati, invece, ne eleggeranno solo 3. Questo è uno squilibrio che grida vendetta al cospetto di non so che cosa… al cielo? Tutto questo non prefigura un bel niente: non c’è una visione sistemica, organica. Dove andiamo dopo questa riforma? Si risolve davvero i problemi istituzionali italiani? No. Non sappiamo dove andiamo. Stiamo toccando il Governo con questa riforma? No, non così, ma con una legge elettorale, l’Italicum. Loro continuano a sostenere che non fa parte di questo pacchetto, e invece ne fa parte eccome. Perché questa legge elettorale avrebbe potuto risolvere immediatamente il problema del Senato uniformando le due leggi elettorali, per avere la stessa maggioranza, se questo era il problema. Ma in realtà l’Italicum squilibra il potere a favore della Camera e, aggiungo, a favore del Presidente del Consiglio. Però, tutto questo, lo fa in maniera assolutamente poco sistemica, con tutto quello che ne consegue. Qua non si tratta di dare tanto potere all’unico uomo in grado di fare il Presidente del Consiglio (francamente ridicolo), ma si tratta di creare una legge elettorale che sia competitiva e che dia potere agli elettori. Questa legge elettorale non gliene dà abbastanza: io direi che gliene dà poco. Ecco, due buone ragioni per votare no. Un no convinto, pacato, sereno…” (sorride)
Quando Renzi batte sul tasto del fantomatico taglio del costo della politica, si tratta di un argomento convincente, o no?
“Renzi dice che con questa legge elettorale i senatori non saranno più pagati perché sono già consiglieri regionali. Ma naturalmente bisogna tenere conto dei soldi delle trasferte. Un conto è abitare a Roma, e lì ci sono da contare, eventualmente, solo i soldi del tassì. Ma se uno abita a Palermo o in Sardegna, l’aereo lo deve pur prendere. Quindi, sì, forse ci potrebbe anche essere una riduzione dei costi della politica; ma le pare un discorso politicamente efficace questo? O, piuttosto, è un discorso populisticamente efficace? Blandisce chi pensa che la politica debba essere a costo zero; e invece la democrazia bisogna pagarla, con i soldi, prima, e poi naturalmente con l’impegno, le energie, con la volontà di informarsi, e così via. Si tratta semplicemente della ricezione passiva di un discorso che viene da alcuni settori della classe politica (in particolare dal Movimento 5 Stelle), e da alcuni settori della stampa, in particolare dal Corriere della Sera (in questo caso La casta, di Giannantonio Stella e Sergio Rizzo, ha avuto un impatto tremendo, nonostante tutti gli inconvenienti di quel libro, trasparenti a chi lo avesse non solo comprato per regalarlo, ma magari anche letto). E poi, i costi potevano essere ridotti anche semplicemente riducendo il numero dei parlamentari alla Camera, perché no? 630 a me paiono tanti, e a lei?”
Nel panorama politico italiano c’è qualcosa da salvare?
“Nel panorama politico italiano ci sono diverse cose da salvare. Ci sono fior fiore di parlamentari che conoscono il loro mestiere. Nonostante la narrazione renzian-boschiana, abbiamo fatto, nel 1993, un’ottima legge elettorale per i sindaci, che sta dando ripetutamente buoni frutti. Stiamo cercando governi stabili e operativi? I sindaci sono a capo di governi stabili, operativi quanto loro li sanno rendere tali. È da salvare il ruolo del presidente della Repubblica, perché è stato un’equilibratore, e qualche volta anche un’attore significativo, nel nostro sistema. È da salvare la competizione multi-partitica: questa idea che bisogna ridurre tutto a due soli partiti, è semplicemente sbagliata. I partiti saranno tanti quanti gli italiani vogliono che siano. Con la clausola, che io penso debba esserci, di sbarramento, in modo da impedire la frammentazione. E infine, credo che sia da salvare anche, diciamo così, un sano sentimento di protesta, che si manifesta in molti di noi, e che per molti si incanala nel Movimento 5 Stelle.”
Pubblicata il 26 Giugno 2016









