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VIDEO “La democrazia come ideale e come fatto”

Riprese audio e video a cura di Radio Radicale
Roma, 8 gennaio 2020
Sala Conferenze del Partito Democratico


Sono intervenuti nell’ordine:
Gianfranco Pasquino, professore emerito di Scienza Politica all’Università degli Studi di Bologna, Accademia dei Lincei
Gianni Cuperlo, membro della Direzione Nazionale, Partito Democratico
Claudia Mancina, professoressa associata di Etica alla Sapienza Università di Roma
Giacomo Marramao, professore emerito di Filosofia politica e Filosofia teoretica dell’Università degli Studi Roma Tre
Dario Franceschini, ministro dei Beni, delle Attività Culturali e del Turismo, Partito Democratico
Tra gli argomenti discussi: Crisi, Democrazia, Economia, Globalizzazione, Liberalismo, Mercato, Politica, Società.
La registrazione video di questo convegno ha una durata di 1 ora e 32 minuti.

Tavola rotonda a partire da ParadoXa 3-2019

Democrazie Fake
a cura di Gianfranco Pasquino

La democrazia come ideale e come fatto

Europa sobrevive y cambia

En el marco del ciclo de conferencias organizado por la Fundación Taeda, el politólogo italiano Gianfranco Pasquino se refirió al presente y futuro de la unión monetaria europea. En su opinión, los próximos doce meses serán determinantes en la solución de los problemas del Viejo Continente.

“La crisis es profunda, pero puede ser resuelta”. Así definió el politólogo Gianfranco Pasquino, miembro del Comité de Notables de la Fundación Taeda, la situación por la que atraviesa la eurozona en estos días. El académico italiano, quien dirige la Maestría en Relaciones Internacionales de la sede Buenos Aires de la Universidad de Bolonia, destacó que la Unión Europea (UE) es “el mayor espacio de democracia en el mundo” y sostuvo que la actual crisis económica no afecta al bloque “desde el punto de vista institucional”.

Pasquino, un europeísta convencido, se mostró confiado en el liderazgo de Alemania, país que ejerce una hegemonía que consideró “natural” dentro de la UE debido al peso de su economía, su prosperidad y su disciplina fiscal. Aseguró que el mayor desafío en el futuro inmediato será reforzar el rol del Banco Central Europeo (BCE), que hoy en día “puede controlar de cierta manera la política monetaria, pero no puede manejar la política fiscal ni los presupuestos de los Estados miembros”.

Al referirse a la negativa de algunos países europeos a ceder mayores poderes al Banco, recordó que actualmente “la soberanía no está totalmente en manos de los Estados” y que ya en el pasado los socios de la UE resignaron facultades soberanas en beneficio de otros órganos comunitarios, como el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Europarlamento. “Probablemente hoy sea necesaria una mayor cesión de soberanía”, añadió, aunque admitió que los Estados fuertes del bloque son reacios a otorgar mayores competencias al BCE con sede en Francfort.

De la integración exitosa a la turbulencia económica

“La integración económica europea fue un éxito hasta 2008”, subrayó en la primera parte de su exposición, en la que atribuyó las mayores responsabilidades por el estallido de la actual crisis económica a los bancos estadounidenses e ingleses. Enfatizó que no es la Unión Europea en su conjunto la que tiene problemas económicos, sino solo “algunos países” del bloque.

Admitió, al mismo tiempo, la existencia de causas endógenas, entre las que destacó “el exceso de optimismo de algunos Estados y de muchos ciudadanos europeos”. Hizo especial referencia al caso de España, país que había logrado construir “una democracia con partidos organizados, con alternancia en el poder y con una clase política de buena calidad”. Esto los habría llevado a exagerar sus expectativas de crecimiento.

El segundo elemento que, según Pasquino, explica la actual turbulencia dentro de la eurozona fue el ingreso al bloque de los Estados de Europa del Este, hecho que “produjo muchas dificultades”. A su juicio, algunos de estos newcomers no cuentan aún con la necesaria solidez institucional y sus instituciones democráticas presentan falencias, tal como lo demuestra la actual crisis política en Rumania, donde el presidente Traian Basescu se encuentra enfrentado con el primer ministro Víctor Ponta. Para Pasquino, “la inclusión de muchos Estados ha producido un gran espacio, pero una menor vinculación entre los participantes”.

Neoliberales versus keynesianos

Otro de los debates que planteó el politólogo italiano durante su presentación es el que enfrenta a los economistas neoliberales con sus pares keynesianos. “El debate sobre el rol del Estado y del mercado es decisivo”, destacó Pasquino, quien negó que las ideas de Milton Friedman se hayan impuesto sobre las de John Maynard Keynes. “Hay keynesianos en EE. UU., y un ejemplo de ellos es el premio Nobel Paul Krugman, pero no es el único; también hay muchos keynesianos en Europa”, añadió.

Pasquino consideró que, contrariamente a lo que comunmente se cree, la dirigencia política alemana está lejos de haber adoptado una única posición en materia económica y persisten las diferencias entre los grandes partidos -la Unión Demócrata Cristiana y el Partido Socialdemócrata- y aun hacia el interior de cada una de estas fuerzas. Por el contrario, sostuvo que es precisamente en ese país “donde se da el debate teórico y económico más intenso sobre lo que es necesario hacer en Europa”. Destacó, en otro orden, la figura de Mario Draghi, el economista italiano que preside el Banco Central Europeo (BCE) desde noviembre del año pasado, a quien definió como “un keynesiano muy riguroso”.

La necesidad de una mayor integración política

“El problema actual solo puede ser resuelto a través de una integración política y no únicamente económica”, sostuvo Gianfranco Pasquino, citando la tesis de los denominados “federalistas”, una de las tres grandes corrientes teóricas desde las cuales suele analizarse el proceso que llevó a la unificación europea. También repasó las otras dos teorías predominantes, el funcionalismo y el intergubernamentalismo, que han revelado sus limitaciones si consideramos la actual turbulencia en la zona euro.

Se detuvo también en los “mecanismos a través de los cuales se formulan las decisiones vinculantes en la Unión Europea”. Mencionó al respecto la existencia de dos posiciones: “Hay quienes dicen que Europa solo puede avanzar a través del voto unánime de los países miembros, mientras que otros consideran que, como en toda democracia, se necesita el voto por mayoría absoluta, integrando entre otros elementos, la población y los ingresos de los países miembros”. Según este académico, el problema de la unanimidad es que “los pequeños Estados pueden negociar con mucha fuerza”, lo que lleva a la postergación de decisiones importantes en el seno de las instituciones comunitarias.

Siguiendo con su análisis de las ideas federalistas, Pasquino sugirió la hipótesis de convertir a la Comisión Europea en el futuro gobierno de la UE y transformar al Consejo Europeo de Jefes de Estado y de Gobierno -que hoy tiene un papel central en las decisiones comunitarias- en una suerte de Senado. El politólogo lanzó también la idea de una elección popular directa del presidente de la UE, cuya designación en la actualidad surge de las deliberaciones del Consejo Europeo. Pasquino sostuvo, asimismo, que será fundamental ampliar el poder del Parlamento Europeo, aunque admitió que hasta ahora, cada vez que los ciudadanos del Viejo Continente han sido llamados a las urnas, los partidarios de la integración han tenido menos capacidad de movilización que los euroescépticos.

Doce meses cruciales

“La Unión Europea va a resolver su crisis en un plazo máximo de un año”, aseguró con optimismo Pasquino, quien subrayó que en los próximos doce meses se desarrollarán tres elecciones claves para el futuro de la UE, las presidenciales de EE. UU. en noviembre, los comicios parlamentarios de Italia en abril de 2013 y las elecciones de Alemania en septiembre.

“Entre los europeos crece la sensación de que es necesario hacer algunos sacrificios para salvar la UE”, describió, al finalizar su exposición. “No hay una solución individual; la solución es colectiva”, concluyó.

 

La leggenda della crisi della democrazia

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Articolo pubblicato sul n. 118 del mensile “Formiche”, con il titolo Democrazia contro crisi delle democrazie (pp. 62-63).

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Quando si parla di “crisi” con riferimento alle democrazie bisogna effettuare e mantenere fermissima una distinzione preliminare, che è cruciale, fra crisi della democrazia e crisi nelle democrazie. Sarò perentorio: non c’è nessuna crisi della democrazia in quanto regime che offre ai cittadini elezioni libere, eque, competitive con le quali scegliere e sconfiggere rappresentanti e governanti e che protegge, promuove e garantisce i diritti delle persone, da quelli dei bambini a quelli delle donne, da quelli degli anziani a quelli dei disabili, a quelli dei migranti. Certo, queste democrazie, che chiamiamo liberal-costituzionali rappresentano una netta minoranza dei regimi politici esistenti, non più di trentacinque, al massimo, generosamente, quaranta. Però, dappertutto nel mondo, dal Venezuela allo Zimbabwe, ci sono uomini e donne che lottano, vengono malmenati, messi in prigione, rischiano la vita e spesso la perdono proprio in nome di quella democrazia delle regole e dei diritti. Nessuno di loro può permettersi il lusso fra un vernissage e un concerto, fra una sfilata di moda e una gita in barca, di sostenere che la democrazia è in crisi. Il modello democratico di rapporti fra cittadini e autorità, di partecipazione nelle istituzioni e contro di loro, di conquista, di esercizio e di distribuzione del potere, costruito in un paio di secoli e faticosamente perfezionato, è vivo, valido, imitabile. Nessuna crisi della democrazia, anzi, a giudicare dalla sua espansione negli ultimi trent’anni, grande capacità attrattiva.

Invece, esistono, eccome, difficoltà, problemi, inconvenienti, sfide che, volendo, possiamo anche chiamare “crisi”, all’interno delle democrazie realmente esistenti. Non sarò così altezzoso, così professorone da lasciare le lancinanti preoccupazioni sul futuro delle nostre democrazie agli attempati nouveaux philosophes, ai tardissimi francofortesi, agli accigliati editorialisti del “Corriere della Sera” e de “la Repubblica, tutti maestri delle aggettivazioni, e neppure agli scettici intellettuali latino-americani, sempre parte del problema, mai disposti a cercare le soluzioni. Indico, qui, quelle che mi paiono le difficoltà più visibili nel funzionamento delle democrazie contemporanee.

La prima mi pare chiarissima. Avendo avuto successo nella loro vita professionale, molti cittadini non pensano di dovere contribuire alla vita pubblica poiché sono convinti che le decisioni politiche incideranno poco sul loro lavoro, sul loro prestigio, sul loro denaro. Sì, l’individualismo egoista è un problema di non poche democrazie contemporanee. Si accompagna al e accompagna il declino, con tutte le differenze dei vari casi e contesti, dei partiti politici e, più in generale, delle associazioni che, come dovremmo tutti ricordare, sono considerate, da Tocqueville in poi, la spina dorsale delle democrazie. Chi va a giocare a bowling da solo difficilmente andrà ad un dibattito politico, svolgerà azione sindacale, parteciperà alla vita di associazioni di volontariato. Calmiererà la sua coscienza facendo donazioni con il sistema PayPal e via con il suo lavoro. Non riuscirà mai ad essere “felice”, come ha notato con grande acume Albert O. Hirschman, ma se non conosce il lato positivo dell’impegno democratico, non sarà neppure troppo infelice, pur nella sua inutilità “democratica”. È in queste persone, cresciute di numero e di influenza sociale in tutte le democrazie consolidate che, più o meno dormienti, si annidano i batteri dell’antipolitica. Anche, ma non solo, de Italia fabula narratur.

So che il lettore mi sta aspettando al varco, vale a dire alle forche caudine del populismo. È la sfida populista la minaccia più grande e più grave alle democrazie realmente esistenti? Sono i populisti che sotterreranno i regimi democratici (a cominciare da una, peraltro sempre più improbabile vittoria di Trump negli USA), ma anche l’Unione Europea? Tutto al futuro poiché il populismo, tranne due o tre eccezioni latino-americane, non ha vinto da nessuna parte. Con Yves Mény e Yves Surel, autori di un bel libro (ndr Par le peuple, pour le peuple. Le populisme et les démocraties), dirò che il populismo non può essere espunto da nessuna democrazia. Se dalle democrazie si toglie il popolo, il demos rimane il kratos che non ha mai propensioni democratiche. Una striscia di populismo sta in tutti i regimi democratici, a cominciare dal governo di Lincoln “dal popolo, del popolo, per il popolo”. Può pericolosamente ingrossarsi laddove, in assenza di associazioni intermedie o per loro debolezza, qualcuno riesca a fare appello ad un popolo disorganizzato, indifferenziato, desideroso di una rappresentanza facile e non esigente.

Non manderò nessun messaggio di redenzione e di salvezza. Chi non ha ancora capito che i populisti offrono soltanto promesse di sollievo temporaneo, che giovano al leader e ai suoi collaboratori/collaboratrici, è politicamente malmesso. Costruendo con pazienza e competenza associazioni e istituzioni, diventa possibile tenere a bada qualsiasi insorgenza populistica. Forse, oggi, l’insorgenza deve trovare una risposta europea anche se i populisti sono sempre leader molto provinciali. Chi non vuole costruire una democrazia europea, a partire dall’Unione, lascia ampi spazi ai populismi nazionali. Per tornare al punto di partenza, la crisi non è, comunque, della democrazia, ma nelle democrazie, nei loro cittadini incolti, pigri, egoisti.